Diciembre 31, Comunidad de Paz de San José de Apartadó, Antioquia. ¿Quién va a bailar? ¿Quién se anima para hacer y comer natilla y buñuelos? “Tenemos miedo, pero estamos juntos. Si hacemos natilla, tenemos natilla y miedo. Si no hacemos natilla igual tenemos miedo. Si bailamos tenemos miedo y baile. Si no bailamos, nos queda solo el miedo” manifiesta una lideresa de la Comunidad de Paz de San José de Apartadó. En seguida se levantan unas mujeres y hombres y sin más palabras caminan al restaurante comunitario y empiezan las preparaciones para la fiesta del Año viejo.
Nos llama la atención un alboroto que tiene lugar al otro lado de la calle. Unas personas sacan unos pantalones y una camiseta, rellenados a medias con serrín. “¿Van a hacer un Año Viejo[1] de todas formas?”, pregunta una persona de la comunidad. “Claro”, manifiesta un joven líder contundentemente, “Hay mucho que quemar y tenemos que llenarlo aun más”. Así que caminamos todos con los miembros del muñeco al taller de carpintería. Se nos juntan unos niños.
Pasamos por la bodega de la comunidad, el lugar en el que ocurrió el atentado hace tan solo dos días. “Todavía hace frio acá, toca acostumbrarse, ¿cierto? Va a pasar, ¿cierto?“, pregunta retóricamente un miembro de la comunidad que estuvo presente durante el atentado. Él sigue comentando los detalles de lo ocurrido. Otros añaden sus recuerdos de los hechos. La conversación se corta un momentito cuando pasan dos motos. Tengo frio.
Neoparamilitares intentan asesinar al representante legal de la Comunidad de Paz
En el taller de carpintería observamos como el muñeco del Año Viejo crece – y crece y crece. Me emociono y murmullo a mí misma, “más grande, háganlo más grande”. Hay mucho con que llenar el muñeco de este año. Ni caben las cosas de las últimas semanas. Pienso en los asesinatos de José Merlín Murillo de Cacarica, Mario Castaño de La Larga Tumaradó, Hernán Bedoya de Pedeguita y Mancilla, y Alexander Padilla de Tierralta[2]. Pienso en las múltiples amenazas de los últimos meses de tantos líderes, lideresas y reclamantes de tierra que hemos acompañado desde hace muchos años en Urabá[3]. Pienso en los últimos dos días y el atentado que casi quitó la vida a varias personas, acá, justo al lado de donde estamos.[4] No quiero quemar estos recuerdos y emociones para olvidarlos, pero sí para que se transformen. Pasamos de tener la mirada en las manos que están cosiendo el muñeco del Año Viejo a observar lo que nos rodea. No se ve nada sospechoso, unos marranos están comiendo tranquilamente, cuando se oye el chivero, el carro público que viene de Apartadó, lleno de “brigadistas”, es decir más acompañantes de PBI, para estar pendientes en esta Nochevieja. Les recibe y da la bienvenida un profundo olor de miel de caña y de natilla. Hace una semana comimos también natilla en el nuevo asentamiento de la Comunidad de Paz, la Aldea de Paz Rigoberto Guzmán, cuando acompañábamos la asamblea navideña de la comunidad. Hacía muy poco que se conoció el plan para asesinar al representante legal de la comunidad, Germán Graciano Posso. Este plan vino también con múltiples amenazas contra el líder Gildardo Tuberquia durante este año que acaba[5]. La natilla de Navidad sabía distinta que la de Nochevieja, nos dimos cuenta que las informaciones eran totalmente acertadas. Afortunadamente, la comunidad ha mostrado una unidad y una capacidad enorme para afrontar esta situación, este incidente, sin pérdida de vidas, ni de los atacados ni de los que les atacaron. La Comunidad de Paz es también conocida por su amplia red de solidaridad a nivel nacional e internacional, una red a la que se informó inmediatamente sobre lo que estaba ocurriendo. A pesar de ello han vuelto a llegar, solo unas horas después del atentado, más amenazas contra la Comunidad de Paz. La red se activó una vez más en el 2017, en el que PBI tuvo que constatar en un pronunciamiento público la grave situación de los defensores de derechos humanos en Urabá[6]. Desde el terreno, tratamos de seguir contribuyendo con nuestro granito de arena a la protección. Terminando la natilla, fijamos un plan de turnos para rondas y presencias en puntos estratégicos durante la noche, con las otras organizaciones internacionales de acompañamiento presentes en La Holandita, FOR y Operación Palomas. Con ansias estoy esperando ya que se queme este Año Viejo. Por fin las llamas están iluminando la noche. ¿En qué se van a transformar todos los acontecimientos y experiencias del 2017? ¿Cuántos ataques más podrá y tendrá que aguantar, afrontar y superar esta Comunidad de Paz de San José de Apartadó?
Neoparamilitares intentan asesinar al representante legal de la Comunidad de Paz
En el taller de carpintería observamos como el muñeco del Año Viejo crece – y crece y crece. Me emociono y murmullo a mí misma, “más grande, háganlo más grande”. Hay mucho con que llenar el muñeco de este año. Ni caben las cosas de las últimas semanas. Pienso en los asesinatos de José Merlín Murillo de Cacarica, Mario Castaño de La Larga Tumaradó, Hernán Bedoya de Pedeguita y Mancilla, y Alexander Padilla de Tierralta[2]. Pienso en las múltiples amenazas de los últimos meses de tantos líderes, lideresas y reclamantes de tierra que hemos acompañado desde hace muchos años en Urabá[3]. Pienso en los últimos dos días y el atentado que casi quitó la vida a varias personas, acá, justo al lado de donde estamos.[4] No quiero quemar estos recuerdos y emociones para olvidarlos, pero sí para que se transformen. Pasamos de tener la mirada en las manos que están cosiendo el muñeco del Año Viejo a observar lo que nos rodea. No se ve nada sospechoso, unos marranos están comiendo tranquilamente, cuando se oye el chivero, el carro público que viene de Apartadó, lleno de “brigadistas”, es decir más acompañantes de PBI, para estar pendientes en esta Nochevieja. Les recibe y da la bienvenida un profundo olor de miel de caña y de natilla. Hace una semana comimos también natilla en el nuevo asentamiento de la Comunidad de Paz, la Aldea de Paz Rigoberto Guzmán, cuando acompañábamos la asamblea navideña de la comunidad. Hacía muy poco que se conoció el plan para asesinar al representante legal de la comunidad, Germán Graciano Posso. Este plan vino también con múltiples amenazas contra el líder Gildardo Tuberquia durante este año que acaba[5]. La natilla de Navidad sabía distinta que la de Nochevieja, nos dimos cuenta que las informaciones eran totalmente acertadas. Afortunadamente, la comunidad ha mostrado una unidad y una capacidad enorme para afrontar esta situación, este incidente, sin pérdida de vidas, ni de los atacados ni de los que les atacaron. La Comunidad de Paz es también conocida por su amplia red de solidaridad a nivel nacional e internacional, una red a la que se informó inmediatamente sobre lo que estaba ocurriendo. A pesar de ello han vuelto a llegar, solo unas horas después del atentado, más amenazas contra la Comunidad de Paz. La red se activó una vez más en el 2017, en el que PBI tuvo que constatar en un pronunciamiento público la grave situación de los defensores de derechos humanos en Urabá[6]. Desde el terreno, tratamos de seguir contribuyendo con nuestro granito de arena a la protección. Terminando la natilla, fijamos un plan de turnos para rondas y presencias en puntos estratégicos durante la noche, con las otras organizaciones internacionales de acompañamiento presentes en La Holandita, FOR y Operación Palomas. Con ansias estoy esperando ya que se queme este Año Viejo. Por fin las llamas están iluminando la noche. ¿En qué se van a transformar todos los acontecimientos y experiencias del 2017? ¿Cuántos ataques más podrá y tendrá que aguantar, afrontar y superar esta Comunidad de Paz de San José de Apartadó?
Michaela