Ninfa Cruz es, desde hace ya dieciseis (16) años, una gran defensora de Derechos Humanos y lideresa social colombiana que a día de hoy forma parte de la Junta Directiva de la Corporación Social para la Asesoría y Capacitación Comunitaria (Cos-pacc). Tomó esta decisión de defender los derechos humanos cuando a finales de la década de 1990, el movimiento campesino reunido en la Asociación Departamental de Usuarios Campesinos de Casanare (Aduc) fue exterminado por las fuerzas militares, organismos de seguridad del Estado y grupos paramilitares[1]. Tal y como ella cuenta, decenas de líderes se vieron obligados a escapar ante el riesgo de sufrir un destino como el de Carlos Mesías Arreguí, sindicalista y miembro de la Anuc, asesinado, en abril de 1995, en circunstancias que hasta ahora se desconocen[2]. Ella misma, como lideresa social ha sufrido cinco desplazamientos y un intento de desaparición, este último en Bogotá.
[caption id="attachment_10541" align="alignnone" width="1200"] Adrián Carrillo (PBI) y Ninfa Cruz (Cos-Pacc)[/caption]
Para esta defensora de derechos humanos, víctima también de desplazamiento forzado, “no hay diferencia entre un o una defesor/a de derechos humanos y un/a líder/a social. Ambos son lo mismo a nivel social”. Sin embargo, continua, “la gran diferencia es que el Estado también tiene órganos y personas que trabajan en el ámbito de los derechos humanos. Por desgracia, hoy en día también se utilizan estos lugares y personas para perseguir a líderes sociales”.
Cuando le preguntamos qué implica defender los derechos humanos en Colombia y, sobre todo, en el departamento de Casanare, Ninfa no duda: defender los derechos humanos implica también “defender el medio ambiente de los proyectos desarrollistas que trae el Estado sin cuidar aquello que está a la base de nuestros derechos. Si no tenemos un ambiente habitable, no podremos defender ningún derecho humano”; además, “mientras vienen grandes empresas extranjeras se desarticulan las nacionales y desarticulan las redes y las relaciones sociales”. Es por todo ello que “debemos seguir en pie para defender la educación, la salud y la vida. También debemos defender la vida y no darla por supuesta, porque a los y las líderes/as sociales nos siguen matando y desapareciendo”.
Después de estos dieciséis años de “defensa de la vida”, esta lideresa se queda con “la enseñanza de las comunidades que son una gran universidad. Las comunidades me han enseñado muchísimo; ellas, con su sabiduría tradicional, alimenta las relaciones entre nosotros y nos hacen más fuertes”. Y concluye, “el pueblo es su propia salvación. Por eso hay que rodearse del pueblo, porque el Estado históricamente nos ha perseguido, nos ha desaparecido”. Y repite: “el pueblo es nuestra salvación”.
Adrián Carrillo