“Hubo una vez un país que juntaba rocas y escombros para solidificar muros de tristeza, estos se alimentaban de los gritos, la persecución, las botas apiladas, la coacción sistémica y la verdad silenciada.
Hubo una vez un país, que ante la agonía de los muros de tristeza surgió una llamarada de gotas, cual lluvia intempestuosa e inquebrantable, que decidió juntarse ante los aires de esperanza, cayendo fulminante sobre rocas y escombros, descubriendo la posibilidad de la alegría y el impetuoso manifiesto de la verdad.”
Estas frases son parte del poema que la nueva generación de personas defensoras que hacen parte del Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo (CAJAR) dedicaron hoy tras la lectura de la sentencia a los que fundaron la organización. A todas aquellas personas que por más de cuarenta años han defendido los derechos de su pueblo. Toda una vida dedicada a la lucha por el acceso a la justicia en Colombia, de lucha contra la impunidad, “en la Colombia de los colores, de los sabores, la Colombia de las veredas”. “Que lo dieron todo, por defender los derechos de todas”.
Hoy, el 18 de marzo de 2024, se ha marcado un hito en la historia de la justicia y los derechos humanos en Colombia, Latinoamérica y el mundo. Esta sentencia ha sido fruto de un esfuerzo de veinte años de lucha contra viento y marea, contra persecuciones, estigmatizaciones y violencia estatal y paraestatal. Esta sentencia abre un nuevo camino, uno de tantos, para continuar en la lucha por la justicia y contra la impunidad. Hoy la Corte Interamericana de Derechos Humanos reconoció en un fallo histórico el derecho a defender los derechos humanos. También el derecho a una infancia libre de violencias, a las familias que junto a los defensores y defensoras sufrieron la violencia del estado y el exilio. Con mirada de género, la sentencia puso el foco en la violencia específica que las mujeres defensoras vivieron y viven, imponiendo al estado entre otras obligaciones la de facilitar el acceso a la información del estado reconociendo el derecho a la “autodeterminación informativa”; y la de monitorear las cifras de violencia contra personas defensoras, entre otras muchas medidas de reparación ordenadas por la Corte.
La sala donde todas las personas que han sido parte de este proceso reunidas esperaban la lectura del fallo estaba invadida por el aroma de las rosas. Era un aroma que traía la memoria de los que ya no están, los que fueron exterminados, desaparecidos en un intento por silenciar al colectivo. Muchos creían que no llegarían a pensionarse, y hoy celebraban como una fiesta toda una vida de lucha de los que todavía están, con la ternura y el recuerdo presente de los que estuvieron y permitieron que la lucha siguiera.
La sala estaba invadida por el aroma de las rosas, que proyectaba una luz rosada en la estancia, que traía memoria viva de un proceso de veinte años. Y así, entre su aroma y la música de los aplausos, la gente celebraba con una mirada de esperanza el resultado de este largo proceso, con los ojos puestos en lo que aún queda: la implementación de la sentencia y las obligaciones impuestas al estado. Y también con los ojos puestos a la nueva generación de defensoras que seguirán batallando para que estas obligaciones se vean cumplidas.
“Hubo una vez un país que aunque sigue siendo este, ha cambiado para siempre”, terminaba el poema de la nueva generación. Porque fueron, somos. Porque somos, serán.
#ParaQueNoSeRepita
PBI Colombia