Estas son las historias de algunas personas que, si bien reflejan la heterogeneidad colombiana, están unidas, como pueblo diverso, en el dolor causado por los atropellos del conflicto armado, y en la esperanza de una paz verdadera y duradera.
Originaria de Puerto Merizalde en la cuenca del río Naya, Aida es profesora en San Joaquin, y miembro de la Junta Directiva de la Asociación de Mujeres Aini. “Buscábamos una palabra que tuviese un vínculo simbólico con nuestras raíces africanas. Un día una amiga vino y nos comentó el significado de la palabra “aini”: fuente de la primavera de flores; no hubo mucho debate sobre el nombre”.
La asociación busca desarrollar una diversidad reflexiva y crítica, para que las mujeres puedan repensar su rol en las sociedades patriarcales y se logre una equidad más incluyente. “En los talleres de teatro planteamos a nuestros alumnos situaciones nuevas: pedimos a las chicas que actúen como si tuvieran que ir a recoger las papas chinas, y a los chicos como si tuvieran que prepararlas. Hay que desaprender para volver a aprender”.
La Asociación se creó en el mes de octubre de 2015, y la idea es que en cada una de las 64 comunidades del río Naya haya una mujer lideresa. “A veces resulta más complicado convencer a una mujer misma que a un hombre, pero es algo que se puede trabajar”. Aida sueña con ver su territorio libre y autónomo, donde las comunidades puedan ser protagonistas conscientes y partícipes de su propia realidad.
Delphine y Mario escribieron las historias de la bella locura después de un viaje al río Naya en junio de 2016. En este viaje conocieron mujeres y hombres indígenas, afrodescendientes y campesinos de distintas regiones de Colombia y pudieron presenciar la apertura de la primera sede de la Universidad de la Paz, una iniciativa que busca generar propuestas para la paz desde los territorios.