Acompañar a la Corporación Regional de Derechos Humanos (Credhos) nunca es aburrido. Es una de primeras organizaciones que PBI empezó a acompañar, por eso es de las que nos conoce tan bien que a veces nos conoce mejor que nosotros mismos. Siempre hay buen ambiente y convivir con ellos es un verdadero placer.
Es sábado. Estamos en el carro hablando de tonterías, contando chistes y chismes. Salimos de Barrancabermeja, la carretera está bastante militarizada por el paro agrario y la concentración de campesinos en Lizama, (justo en la entrada de la ciudad). Wilfran y Larios me hablan de las épocas anteriores, y ríen recordando como siempre llegaban tarde a las reuniones porque tenían que atravesar muchos retenes militares, pese a eso nunca se acostumbraron a salir antes de tiempo. Bromean conmigo y dicen que en los paros anteriores se quemaban los carros y buses y me dicen sonriendo: “¡Ojalá no pase cuando esté a Hannah en el carro!”. Este sentido de humor negro es algo que he notado en muchos acompañados como mecanismo de manejar y procesar las situaciones que viven diariamente. De alguna manera sacan fuerza de los momentos difíciles, esto les permite seguir luchando.
Pero de un momento a otro veo tristeza en la cara de Larios mientras mira a las montañas que rodean la represa de Sogamoso, en el camino hasta San Vicente de Chucurí, (Santander). Montañas majestuosas, rebosantes de vegetación, con una biodiversidad impresionante que representa la vida.
“Si empiezan los proyectos de minería que ya se han concesionado en esta región, estas montañas se acabarán”, me dice en un tono que revela preocupación, pero en ningún momento rendición. Estas montañas son puro carbón y ya se han concesionado 33.000 hectáreas a empresas mineras para empezar a explotar este mineral tan conflictivo.
Aterrizo, otra vez, en la realidad. A pesar de las bromas y los chistes, esta gente sigue luchando contra a poderes fuertes, para exigir el cumplimiento de los derechos de la población colombiana, en todas las zonas del país. Es una actividad sin fin, que conlleva mucho riesgo y no tanta recompensa, sobre todo en el contexto colombiano.
Acompañamos a Credhos a una reunión, en San Vicente de Chucurí, de los cacaoteros de la zona de cacao mas importante del país, para hablar sobre la problemática que representa la minería en la producción de cacao del municipio. Aunque no se siente el conflicto armado en San Vicente de Chucurí, el conflicto social y económico sigue activo y afecta a la vida de miles de habitantes.
Un municipio de 40.000 habitantes, en el que 2.600 familias viven de la producción del cacao, cuya producción es de 6.200 toneladas al año. La amenaza de la minería no solamente significa grandes impactos ambientales, también significaría un cambio del tejido social brusco y profundo. La población de San Vicente de Chucurí es una población campesina. El municipio goza de tres climas distintos, lo que da para sembrar todos tipos de alimentos y garantizar la seguridad alimentaria para la población.
Credhos ha visto el deterioro social (en muchos otros contextos del país), que sufren los pueblos pequeños cuando llegan las grandes empresas mineras. Los campesinos se vuelven mineros, se pierden las costumbres de trabajar en el campo y se vuelven dependientes, sobre otro, del modelo económico donde deben ganar plata para luego comprar comida, en lugar de sembrar sus propios productos.
Durante la reunión representantes de las varias asociaciones compartieron sus preocupaciones e ideas sobre las causas de las problemáticas que ven ahora en la región y los impactos que han tenido. Destacaron la falta de sentido de pertenencia por el campo de San Vicente de Chucurí y por eso una falta de organización comunitaria, de lo cual las empresas se aprovechan para dividir a la población evitando que resista. También hablaron de la falta de inversión por parte del Estado en educación y sanidad en la región, y esto conlleva a una falta de oportunidades para la población.
De la reunión, Credhos se comprometió a desarrollar una propuesta de capacitación de los líderes de las veredas y de las Juntas de Acción Comunal, para que ellos puedan capacitar a los demás y así poder articular sus preocupaciones al gobierno. Esto significaría una contra-propuesta de la imposición del modelo económico de la minería, el fortalecimiento del campo y un enfoque en la soberanía alimentaria.
Como siempre, me quedo impresionada por el compromiso de las personas defensoras de los derechos humanos a quienes acompañamos. No dejan de luchar por los derechos del pueblo, a pesar de los riesgos y los grandes obstáculos que enfrentan. Ellas y ellos siguen proporcionando ideas novedosas y creativas para asegurar que la población colombiana conozca sus derechos y los exija al gobierno. Y hasta que estos problemas dejen de existir, PBI estará orgullosamente acompañándoles.
Hannah