Es un momento muy emotivo poder desenrollar y levantar, como miembro de la Comunidad de Paz, una pancarta blanca y de grandes dimensiones en la que están escritos los nombres de los más de 350 familiares, amigos y vecinos que han sido asesinados por la guerrilla, el ejército o los paramilitares desde la fundación de la Comunidad, en 1997.
Personalmente, me resulta difícil ser consciente del alcance de esta tragedia. Miro a mi alrededor y cuento a las personas, (unas 50, más o menos), que participan en la misa conmemorativa que celebra el padre Javier Giraldo. En la pancarta aparecen tantos y tantos nombres; y cada uno corresponde a una madre, un hijo, un hermano, una amiga... Todos son campesinos que cultivan cacao, yuca, bananos, caña de azúcar y arroz y que, para su mala suerte, viven en uno de los territorios más ricos en recursos de Colombia y, por lo tanto, se encuentran en medio de muchos intereses económicos. Todo esto me conmueve profundamente y me hace recordar, precisamente, la razón por la que estoy aquí: aportar de alguna manera a que en el futuro no se tengan que escribir más listas con nombres.
Al mismo tiempo, admiro el valor de las personas, pese al duelo, el hostigamiento y la constante amenaza que sufren, para perseverar en la determinación de mantenerse fuera del conflicto armado entre soldados y paramilitares, por un lado; y de la guerrilla, por otro lado.
La Comunidad de Paz se creó en 1997, por la necesidad de que las personas civiles no fueran declaradas como parte de la guerrilla ni como colaboradores del ejército y, por tanto, tampoco se les imputaran cargos por parte de la oposición. Los miembros de esta Comunidad se comprometen a no portar armas ni a dar información o apoyo logístico a ninguna de las dos partes. Con todo esto, esperan que se acaben el terror y los homicidios. Por desgracia, su deseo no se ha cumplido y su derecho a la neutralidad en el conflicto no ha sido respetado por ninguna de las partes. Todavía hoy en día, algunos miembros de la Comunidad han sido amenazados o incluso asesinados. Una de las peores masacres ocurrió en el 2005[1], cuando los paramilitares asesinaron, junto con las fuerzas armadas del Estado, a dos familias, entre ellos a uno de los líderes comunitarios, y a tres niños de 11, 5 años y 18 meses.
El recuerdo a las masacres y asesinatos también estuvo presente durante el acto solemne: varios testigos hablaron sobre las crueldades que vivieron, también había un cuadro grande pintado por Doña Brígida, artista y una de las fundadoras de la Comunidad. Todos ellos hicieron revivir, a los presentes, los sucesos trágicos.
A su vez fue una celebración que evocó la alegría por los resultados obtenidos y la esperanza de un mejor futuro. El sitio de conmemoración estaba adornado con globos, guirnaldas y plantas de banano y la Comunidad hizo 18 tortas con ingredientes cultivados por ellos mismos, las cuales representaban cada año que ha cumplido la Comunidad.
“Es muy bonito ver como nosotros, campesinos humildes, población civil sin armas, hemos logrado permanecer aquí en nuestro territorio y defenderlo”, declaró Gildardo Tuberquia, uno de los líderes comunitarios, “y lo vamos a seguir logrando, siempre y cuando nos organicemos”.
Espero que tenga razón y que la comunidad continúe celebrando más aniversarios.
- Tanja Vultier
[1] http://www.cdpsanjose.org/