El 26 de noviembre de 2017 parecía un domingo cualquiera, entre lluvioso y caloroso, en el territorio colectivo de La Larga Tumaradó. Ese día la familia de Mario Castaño, líder de restitución de tierras del Urabá chocoano, se había reunido en su finca para compartir el día juntos. Sin embargo, ese día cambiaría la vida de la familia para siempre cuando, en horas de la noche, tres hombres encapuchados y armados entraron en la propiedad preguntando por Mario. Lo sacaron de la casa y lo asesinaron con disparos en frente de su esposa, sus hijas y sus nietas1. Esa misma noche sus dos hijos salieron corriendo de la finca por miedo de también ser asesinados.
[caption id="attachment_10623" align="alignnone" width="1200"] La Finca "La Poderosa" de la familia de Mario Castaño, sitio donde fue asesinado[/caption]
Ya ha pasado un año desde la partida de este líder reclamante de tierra, y el impacto de este asesinato ha sido enorme para la familia y para las comunidades del Bajo Atrato. Para la familia que, en medio del dolor, tuvo que desplazarse y refugiarse en un centro urbano cerca de la finca familiar. Tuvieron que cambiar de vida, pasando de una vida de campo, cultivando su tierra, a una casa donde tenían que encontrar la manera de pagar su arriendo y sus facturas. También empezaron un largo camino para buscar verdad y justicia para el asesinato de Mario. Edilia Isabel Flores, su viuda, me contó una vez, “ese día que llegaron, le preguntaron si era Mario Castaño, y cuando contestó que sí, lo agarraron, lo sacaron de la casa y le dispararon, sin decir nada, sin preguntar nada… no le dejaron hablar”. Ella me cuenta que la misma semana en que lo asesinaron Mario le había comentado que lo iban a matar… Aún no se conoce las razones ni los autores materiales e intelectuales.
[caption id="attachment_10625" align="alignnone" width="1200"] Nathalie (PBI) entrevistando a Edilia Isabel Flores, la viuda de Mario Castaño[/caption]
El impacto para las comunidades del Bajo Atrato ha sido grande también, primero por la perdida de un compañero de lucha. "Era el más sobresaliente de los líderes del territorio, era el que más hablaba y no tenía miedo de decirle la verdad al que fuera"2, comentó unos de sus compañeros. Y así me lo cuenta su viuda: “él no era egoísta, todo lo que tenía lo quería compartir con los demás. Era muy solidario con las otras personas reclamantes de tierra de la cuenca. Les acompañaba en sus luchas, y en el trabajo a la tierra. Y siempre estaba pendiente de su familia también, de asegurarse que estábamos bien.” Su muerte también tuvo un impacto en otras personas reclamantes de tierras, quienes tuvieron más temor, porque siguieron amenazas y ataques. La restitución de tierras en Urabá es compleja y lenta, pero también es una zona priorizada, sin embargo, de las 6.372 solicitudes presentadas, solamente 180 predios han sido restituidos3.
La historia de la familia Castaño-Flores ha estado llena de historias de desplazamientos. Charlando con su viuda, me cuenta cómo se conocieron en la adolescencia en las tierras del Arból del Pan en La Larga Tumaradó (Chocó). Mario fue su primer amor, y un año después se casaron y ya estaba embarazada de su primera hija. Vivieron felices en su tierra que le había entregado su papá. Pero al principio de los años noventa les tocó desplazarse por primera vez, y este sería el primer desplazamiento de una larga serie. Primero se fueron a un sitio que se llama la Despensa,“un poco después de El Guamo en el territorio colectivo de Curbaradó” me dice, donde estuvieron con sus cuatro primeras hijas, se instalaron un tiempo, trabajaron juntos la tierra, produciendo alimentos diversos y viviendo felices a pesar de haberse ido de la tierra de su infancia. Luego llegaron los años oscuros tras la operación militar “Septiembre Negro”4, cuando tuvieron que desplazarse varias veces entre Rio Sucío, Carmen del Darién y un sitio que llaman “La Pala”. [gallery ids="10627,10630" type="rectangular"] En el año 1999, retornaron a Arbol del Pan, su tierra, y encontraron la tierra ocupada por un empresario, según me cuenta Isabel. Intentaron quedarse y trabajar la tierra, pero otra vez tuvieron que desplazarse y compraron la finca en la que viven ahora, que tiene tres hectáreas y se llama “La Poderosa”. Desde allí, Mario Castaño inició el proceso de reclamar su tierra a través de la ruta institucional, y rápidamente llegaron las amenazas, “debido a estas amenazas nos desplazamos a Montería”, me dice ella, “pero allá también recibió amenazas, así que se fue, y luego conoció a la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz y empezó a viajar mucho, iba a encuentros con otros líderes de otros departamentos; nosotras nos quedamos en Montería un año y después nos volvimos a la finca”.
Mario vivía en la Zona Humanitaria de Caracolí, en Curbaradó, se unió al proceso y luego les pidió ayuda para que él y su familia también pudiera retornar a su finca Árbol del Pan. En el año 2013 se creó la Zona de Biodiversidad Árbol del Pan en La Madre Unión, vereda de La Larga Tumaradó. Poco a poco retornaron, pero crecieron las amenazas y las tensiones entre los ocupantes de mala fe y las víctimas que quieren recuperar sus predios, “a partir de esa fecha, Mario se convirtió en uno de los principales líderes reclamantes de tierras de La Larga Tumaradó. Y con sus reclamos y su exposición pública llegaron nuevas y constantes amenazas, que se mantuvieron los últimos cinco años de su vida. Mario decidió despojarse del miedo y continuar con su trabajo, seguir denunciando a quienes se adueñaron de las tierras”, como lo comenta el CINEP quienes acompañan el proceso de restitución de tierras del Consejo Comunitario de La Larga Tumaradó5. [caption id="attachment_10626" align="alignnone" width="1200"] La familia de Mario Castaño en un acto de memoria cuatro meses después de su asesinato[/caption] “Era un hombre luchador, y un hombre chistoso, así lo recuerdo”, concluye Isabel. Y así lo recordaremos.
Urabá, violencia y territorio en la Historia contemporánea
La historia de la familia Castaño-Flores ha estado llena de historias de desplazamientos. Charlando con su viuda, me cuenta cómo se conocieron en la adolescencia en las tierras del Arból del Pan en La Larga Tumaradó (Chocó). Mario fue su primer amor, y un año después se casaron y ya estaba embarazada de su primera hija. Vivieron felices en su tierra que le había entregado su papá. Pero al principio de los años noventa les tocó desplazarse por primera vez, y este sería el primer desplazamiento de una larga serie. Primero se fueron a un sitio que se llama la Despensa,“un poco después de El Guamo en el territorio colectivo de Curbaradó” me dice, donde estuvieron con sus cuatro primeras hijas, se instalaron un tiempo, trabajaron juntos la tierra, produciendo alimentos diversos y viviendo felices a pesar de haberse ido de la tierra de su infancia. Luego llegaron los años oscuros tras la operación militar “Septiembre Negro”4, cuando tuvieron que desplazarse varias veces entre Rio Sucío, Carmen del Darién y un sitio que llaman “La Pala”. [gallery ids="10627,10630" type="rectangular"] En el año 1999, retornaron a Arbol del Pan, su tierra, y encontraron la tierra ocupada por un empresario, según me cuenta Isabel. Intentaron quedarse y trabajar la tierra, pero otra vez tuvieron que desplazarse y compraron la finca en la que viven ahora, que tiene tres hectáreas y se llama “La Poderosa”. Desde allí, Mario Castaño inició el proceso de reclamar su tierra a través de la ruta institucional, y rápidamente llegaron las amenazas, “debido a estas amenazas nos desplazamos a Montería”, me dice ella, “pero allá también recibió amenazas, así que se fue, y luego conoció a la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz y empezó a viajar mucho, iba a encuentros con otros líderes de otros departamentos; nosotras nos quedamos en Montería un año y después nos volvimos a la finca”.
Un líder más asesinado en Urabá
Mario vivía en la Zona Humanitaria de Caracolí, en Curbaradó, se unió al proceso y luego les pidió ayuda para que él y su familia también pudiera retornar a su finca Árbol del Pan. En el año 2013 se creó la Zona de Biodiversidad Árbol del Pan en La Madre Unión, vereda de La Larga Tumaradó. Poco a poco retornaron, pero crecieron las amenazas y las tensiones entre los ocupantes de mala fe y las víctimas que quieren recuperar sus predios, “a partir de esa fecha, Mario se convirtió en uno de los principales líderes reclamantes de tierras de La Larga Tumaradó. Y con sus reclamos y su exposición pública llegaron nuevas y constantes amenazas, que se mantuvieron los últimos cinco años de su vida. Mario decidió despojarse del miedo y continuar con su trabajo, seguir denunciando a quienes se adueñaron de las tierras”, como lo comenta el CINEP quienes acompañan el proceso de restitución de tierras del Consejo Comunitario de La Larga Tumaradó5. [caption id="attachment_10626" align="alignnone" width="1200"] La familia de Mario Castaño en un acto de memoria cuatro meses después de su asesinato[/caption] “Era un hombre luchador, y un hombre chistoso, así lo recuerdo”, concluye Isabel. Y así lo recordaremos.
Nathalie Bienfait