Después de viajar 10 horas de noche en bus desde Bogotá a Cali, esperaba relajarme un rato antes de comenzar a trabajar, tal vez tomar una siesta corta; sin embargo, justo cuando estaba bajando las maletas del bus, recibí una llamada de la sede de PBI en Cali. Era Jérôme, quien me pidió que fuera directamente allí a ayudarle pues se trataba de una emergencia.
Cuando llegué me explicó todo: dos voluntarios de PBI en Buenaventura habían recibido información sobre un problema de seguridad que impedía la circulación del tráfico en la región del Bajo Calima, lugar a donde estaba planeado que se dirigieran en la mañana. Teníamos que decidir si podían continuar el viaje o no. Además, Olga, una mujer que acompañamos en Cali, había llamado para decirnos que esa mañana le habían disparado en la cabeza al concejal comunitario de la cordillera occidental de Nariño, por lo que necesitaba nuestro acompañamiento para visitarlo en la unidad de cuidados intensivos y teníamos que estar con ella antes de las 9:30 a.m.
Además de estos dos incidentes aislados, teníamos otros dos voluntarios de campo en Urabá que también iban a viajar hoy… El teléfono sonó: se trataba de los voluntarios en Buenaventura y parecía que la información inicial era correcta, pues el conductor contratado para llevarlos a Bajo Calima no quiso hacerlo temiendo el riesgo; por lo tanto, decidimos que lo mejor era que no viajaran hasta que tuviéramos información confiable de que era seguro. En cuanto a Olga, decidimos, en consenso con el coordinador de Bogotá, que Jérôme la acompañara y que yo me encargaría de monitorear los viajes desde la sede.
Durante las siguientes horas estuve permanentemente al teléfono, comunicado con Bogotá y los tres diferentes grupos de voluntarios; los que estaban en Buenaventura, los dos en Urabá y Jérôme, quien me mantenía al tanto de sus movimientos con Olga. De igual forma tenía que actualizar constantemente un documento que llamamos “memoria clínica” en el cual registramos nuestras acciones durante las emergencias. Este trabajo puede ser muy tensionante al principio… sin embargo, como he sido voluntario del PBI Colombia por dos años, ya estoy acostumbrado, y para la hora del almuerzo, las cosas se habían calmado considerablemente. Los voluntarios que estaban en Buenaventura se iban a quedar allí, los de Urabá habían viajado sin ningún percance, y Jérôme también estaba de regreso a la sede; así pude relajarme.
¡Y más importante aún, pude prepararme para el viaje al norte del Cauca! Había viajado desde Bogotá porque en Cali no teníamos recurso humano disponible para acompañar una organización de derechos humanos al Congreso de los Pueblos en Caloto, el cual había sido programado inicialmente en otra localidad, pero los intentos de los indígenas Nasa por expulsar de su territorio en el Cauca al ejército de Colombia y a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), ganaron tanta solidaridad de los organizadores que éstos decidieron cambiar su ubicación.
Me pregunto qué me tendrá reservado este acompañamiento.
-Dan