Después de un viaje en buseta por una trocha donde tuvimos que bajar varias veces para empujarla mientras estaba atrapada en el barro y luego de pasar por el río en moto-canoa llegamos a la vereda La Poza (Sur de Bolívar) que forma parte de la Zona de Reserva Campesina del Valle del Río Cimitarra. Allí se juntaron durante diez días unas 50 personas llenas de energía y entusiasmo y con muchas ganas de aprender y compartir para poder construir un país diferente, sin desigualdad, sin injusticia ni guerra. Para esto se necesita la educación popular y buenos líderes que sepan delegar, escuchar y resistir. Líderes que trabajen desinteresadamente para el pueblo y no para volverse ricos o para aprovecharse de los demás.
Campesinos, estudiantes y profesores —cada cual con su enfoque, conocimiento y manera de pensar— contribuyeron a un ambiente 'bacano'. Como brigadista tuve la suerte de poder acompañar este proceso, de visibilizar el evento y brindar protección a los líderes de la Asociación Campesina del Valle del río Cimitarra (Acvc). Una gran parte del trabajo también consiste en el apoyo emocional o simplemente escuchar las historias y experiencias de los campesinos. Son historias que impactan, que te dejan sin palabras por su crueldad, otras te hacen reír o te llenan de alegría.
La Escuela de Formación Popular Sandra Rondón Pinto organizó junto con la Acvc este encuentro para formar a sus líderes y fortalecer los procesos organizativos en la región. En otras partes del mundo donde no hay tanta violencia ‘ser líder’ podría sonar atractivo e interesante, pero ser líder en la región colombiana del Magdalena Medio inmersa en el conflicto armado quizá no es tan atractivo… Miles de obstáculos les esperan en el camino —amenazas, judicializaciones, estigmatización, señalamientos…— simplemente porque estos campesinos muestran un pensamiento crítico, tienen una visión anticapitalista y luchan por una verdadera reforma agraria, lo cual va en contra de los intereses económicos de quienes tienen el poder.
Por décadas el campesinado del Valle del río Cimitarra ha sufrido desplazamientos forzados, asesinatos de sus líderes, incursiones de grupos armados, tortura y estigmatización. Hoy día campesinos y campesinas siguen luchando y transformando la realidad en donde viven. Son capaces de unirse, debatir, resistir y construir otras realidades a través de obras de teatro, poemas, chistes, bailes y canciones. Durante el evento hablaron sobre los diferentes temas que tienen que ver con desarrollo rural y derechos humanos. También incorporaron la parte práctica y fundamental: la siembra de yuca y maíz.
[caption id="attachment_482" align="alignleft" width="300"] Hoy día campesinos y campesinas siguen luchando y transformando la realidad en donde viven.[/caption]
Cada día todo el mundo se levantaba entre las 5 y 6 de la mañana. A las 8 menos cuarto empezaba la jornada del día con una mística en la cancha de fútbol. Cada 'núcleo de base' preparaba una reflexión, un homenaje a un líder asesinado o una dinámica. Luego se reunían los núcleos de base para avanzar en la lectura de la escuela: una novela sobre una chica desplazada que ha sido violada por su padre y que tiene que sobrevivir en un barrio popular de Cartagena en medio del conflicto armado y la violencia intrafamiliar. Durante el día hubo talleres sobre desarrollo rural, liderazgo, ética y moral, género o derechos humanos, entre otras temáticas. Al final de la jornada cada grupo presentó su interpretación de la novela. Uno de ellos leyó la novela en voz alta mientras algunas personas lloraban, otra se puso las manos en las orejas mientras gritaba “nooo, no, no quiero escuchar eso”, otra se enfadó… y la idea era mostrar todos los sentimientos que provoca el escritor con esta novela tan cruel pero tan real.
El momento más bonito fue cuando todos cantaron la canción 'Latinoamérica' de Calle 13… «No se puede comprar la lluvia, no se puede comprar el sol, no se puede comprar el viento, no se puede comprar el calor […] y […] perdono pero nunca olvido…».
El último día, cuando nos habíamos acostumbrado a la comida, el arroz, la yuca y los zancudos, cuando disfrutamos bañarnos en el río o con agua de un pozo, cuando aprendimos a dormir bien en hamaca y cuando empezamos a aprender los eslóganes que se gritaban antes y después de cada taller o actividad (como por ejemplo: «¡¡A vivir, a existir, a luchar y a resistir!!»), nos tocó volver a la casa de PBI en Barrancabermeja. Llegamos un poco sucios y llenos de picaduras de zancudos, pero con unas grandes sonrisas y llenos de lindos recuerdos y aprendizajes. Ahora, aún más que antes, somos conscientes de porqué vale tanto la pena trabajar tan intensamente en este país tan loco y lleno de contradicciones, pero que me sigue fascinando…
- Clara