Son mayores, jóvenes, muy jóvenes, niñas, mamás, estudiantes,
artistas, bailarinas, defensoras de derechos humanos, con experiencia y sin ella,
altas, bajas, gordas, flacas, solteras, casadas, divorciadas, enamoradas...
Son todas las que hacen Barrancabermeja y en su Día Internacional
se reúnen para celebrarlo y exigir cambios.
Empiezan por la historia, los orígenes, el porqué de esta cita.
Y entendiendo el pasado, el presente coge forma.
Se paran, descansan; toman aire, se impulsan.
Miran al frente y, con ímpetu,
proponen nuevos moldes para lo que viene.
Exigen y denuncian.
Y, organizadas, deciden redactar
un extenso y profundo edicto popular.
Ya antes lo hizo Manuela Beltrán, en 1781,
para negarse a pagar los impuesto que subía el Virreinato Español.
Con su gesto impulsó la revolución de los comuneros[1],
pero esta botánica colombiana desapareció.
Nadie nunca más volvió a saber de ella,
ni siquiera la historia la recordó.
Y mientras rememoran a esta mujer santandereana,
bailan, cantan y actúan,
porque reivindicar sin fiesta
no tiene mucha cabida en esta tierra ribereña.
Denuncian la violencia de género,
el machismo patriarcal,
la discriminación contra las mujeres,
y las diferencias sin igual.
Exigen justicia,
respeto, libertad y derechos
no más feminicidios,
por los hombres barranqueños.
Las mujeres colombianas quieren cambios reales.
Trabajan, proponen, deciden
siempre activas, siempre a la orden.
¿Por qué será que todavía no hay mucho empeño en escucharlas?
Silvia Arjona MartínPD: Este ejercicio colectivo, que ha reunido a unas 150 mujeres en Barrancabermeja (Santander), convocadas por la Organización Femenina Popular, a la que PBI acompaña, se repetió en otros ocho municipios el 8 de marzo, consiguiendo que “unas 800 mujeres en total” hayan trabajado a la vez, analizando cuáles son sus necesidades como ciudadanas, como trabajadoras, como víctimas y defensoras de derechos humanos pero, sobre todo, como mujeres feministas que buscan una igualdad real.