Estas son las historias de algunas personas que, si bien reflejan la heterogeneidad colombiana, están unidas, como pueblo diverso, en el dolor causado por los atropellos del conflicto armado, y en la esperanza de una paz verdadera y duradera.
Originario del Chocó, el padre Marcial trata de articular el mensaje del evangelio con procesos de economía solidaria; organiza además talleres de teatro, música y danza para involucrar a las nuevas generaciones en el proceso de construcción de una sociedad más inclusiva.
“En la comunidad trabajamos desde la expresión cultural, para no perder el arraigo identitario con el territorio; ahora estamos pensando en construir una escuela de marimba”. Amenazado por los paramilitares por su compromiso, sigue con su trabajo de capacitación comunitaria.
“Hay que impulsar un proceso concreto de fortalecimiento, para que la gente supere el miedo y se rompa el circulo de la violencia generado por el conflicto”. Marcial trata también de visibilizar otros temas vinculados al medio ambiente, como la contaminación del agua ocasionada por la construcción del oleoducto transandino.
[caption id="attachment_3707" align="alignnone" width="1200"] Marcial Gamboa, misionero claretiano (Quibdó, Chocó)[/caption]Delphine y Mario escribieron las historias de la bella locura después de un viaje al río Naya en junio de 2016. En este viaje conocieron mujeres y hombres indígenas, afrodescendientes y campesinos de distintas regiones de Colombia y pudieron presenciar la apertura de la primera sede de la Universidad de la Paz, una iniciativa que busca generar propuestas para la paz desde los territorios.