La Congoja es un lugar recóndito. Esta vereda se encuentra bien lejos del casco urbano del municipio de Yondó. Hay que cruzar la mitad del municipio durante horas por una accidentada trocha. El paisaje está plagado de colinas verdes y bosques ralos. A cada vuelta esperan sorpresas: pequeños caseríos con un núcleo central; allí, con vallenato como música de fondo, una tienda que únicamente vende papas y cervezas; un grupo de vacas que se quedan en el camino mientras pitan los chóferes para asustarlas; pozos de petróleo y pájaros asustados que alzan el vuelo espantados frente a las chivas y los carros.
Después de unas 6 horas llegamos con la Corporación Regional por la Defensa de los Derechos Humanos (CREDHOS) al centro de la vereda La Congoja. Los defensores de CREDHOS vinieron con la mayoría de su equipo para hablar con la comunidad y empezar con ella un proceso de memoria colectiva. Están aquí historiadores, psicólogas y psicólogos, y trabajadores sociales. También han venido varios miembros de la comunidad hasta la vereda, todas y todos del campesinado, y algunas de esas personas forman parte del movimiento de las negritudes.
La gente parece feliz de reunirse con Credhos: bromean, se saludan los unos a otros mientras el equipo de Credhos se instala y nosotras armamos la bandera de PBI para visibilizar nuestra presencia durante el evento. Después de unas rondas de presentación se empieza la tarea de esta tarde: construir colectivamente una cronología histórica de la vereda. La comunidad empieza con timidez, sin saber por dónde empezar. Poco a poco, el historiador de Credhos les anima con preguntas. ¿Cuándo llegaron los primeros habitantes? ¿Y los grupos armados? ¿Cuándo se abrió la primera escuela? ¿Cómo se organiza la salud en la vereda? ¿Cuáles son los nombres de las personas que fueron asesinadas y desaparecidas? Poco a poco las personas revelan un poco de ellas mismas, se contestan, se reconocen y la cronología se llena de hechos, periodos, eventos que pasaron aquí y allá en esta vereda tan particular. Al ejercicio colectivo se añaden charlas individuales para completar el panorama.
Mientras la actividad se acaba y el buen humor colectivo flota en el ambiente, pasan unos militares de patrulla. Los que viven lejos vuelven a sus hogares antes de la noche. Los demás organizan el cine forum para la noche: el equipo psicosocial de Credhos ha preparado la proyección de una película para las personas que se quedan, y participan varias y varios adolescentes y niños y niñas de la comunidad. Los adolescentes toman la iniciativa de vender unas brochetas mientras se proyecta la película para financiar el Comité de las Negritudes. En el silencio de la vereda se escuchan risas e incluso discretas lágrimas al final de la película Wonder (Extraordinario). Poco a poco, mientras los participantes vuelven a sus hogares, nos instalamos para dormir. Carpas y hamacas florecen en el kiosko donde se dio la reunión durante la tarde.
El día siguiente se articula alrededor de la preparación del sancocho. Algunos pelan, cortan y limpian los alimentos. Varias mujeres de la comunidad estiman que no son suficientes los especias que hay y llevan las suyas para añadir. Mientras el sancocho se cocina tranquilamente, se organizan varias charlas. El calor se despereza entre las colinas de la Congoja. Sudamos todas y todos al momento de comer este sancocho que tiene sabor a trabajo comunitario. Y poco después llega la hora de irse, despidiéndonos entre abrazos afectuosos.
En el camino del regreso, entre dos curvas de la trocha, estoy pensando en lo esencial que es el trabajo que lleva Credhos con esa comunidad. La Historia, con mayúscula, de ese lugar precioso será escrita por la gente que la vive. Así entregarán ellas y ellos su verdad, su realidad. Así, sinceros y sinceras, se acercan paso a paso a la paz.
Agathe Chapelain[caption id="attachment_10807" align="alignnone" width="1200"] CREDHOS[/caption]