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Las dimensiones psicosociales de la violencia política en Colombia

Las dimensiones psicosociales de la violencia política en Colombia

Este año en Colombia han sido asesinados 120 líderes sociales y de derechos humanos. Más allá del trágico impacto en sus vidas y en su labor individual, cada ataque también afecta a una familia, una comunidad y un movimiento. Los acongojados padres, la esposa e hijos de un líder asesinado, deben tomar la difícil decisión de presentar o no cargos y buscar justicia en nombre de su ser querido, una decisión que puede aumentar su propio riesgo de sufrir amenazas y ataques. Las comunidades sienten una creciente incertidumbre, desconfianza entre vecinos y miedo, y el proceso o la organización relacionada con el líder debe decidir si continúa o no con la peligrosa y difícil defensa de los territorios, de la participación política, o de los derechos, lo que puede algunas veces unir pero también dividir e incluso destruir un movimiento. Varias organizaciones de derechos humanos trabajan desde un enfoque psicosocial con la sociedad civil en Colombia, particularmente con el movimiento social, con el fin de abordar los poderosos efectos de las violaciones de derechos humanos a nivel individual y colectivo. El Centro de Atención Psicosocial, la Corporación Vínculos, Copsico y Avre, son solamente algunas de las organizaciones que brindan atención y defensa en nombre de algunas de las víctimas más vulnerables y amenazadas en Colombia, y sobrevivientes de violaciones de derechos humanos, tortura y violencia política. Estos grupos trabajan desde una perspectiva holística e integral, con el fin de abordar completamente las necesidades de los defensores de derechos humanos, sus familias y sus comunidades. Este trabajo requiere una comprensión más matizada de los efectos de la violencia política, así como enfoques, que puedan apoyar mejor la reconstrucción del tejido social.

Entendiendo la violencia y la tortura política

Las Naciones Unidas y las convenciones interamericanas definen la tortura como acciones intencionales con las que se inflija sufrimiento físico o mental como medio interrogatorio, de castigo o intimidación. Normalmente se encuentra un elemento de control social, político o económico, discriminación o persecución, y los perpetradores son a menudo actores que poseen autoridad o poder sobre sus víctimas. Entendidas como violencia política, como resultado del objetivo de suprimir el disenso o la resistencia, muchas violaciones de derechos humanos están comprendidas en esta definición, tales como: ejecuciones y detenciones extrajudiciales, violencia sexual como arma de guerra o control, amenazas con el fin de intimidación o control, y desaparición forzada. En Colombia, junto con un aumento del 20% en amenazas, ataques y muertes de trabajadores de derechos humanos entre 2016 y 2017, también ha habido 3.000 ejecuciones extrajudiciales registradas desde 2001 hasta 2009 (fenómeno conocido como “falsos positivos”) y 60.630 personas desaparecidas forzosamente desde 1977 hasta 2015. Los efectos psicológicos, físicos y sociales de estas violaciones van desde el nivel individual hasta el nivel social. Las consecuencias individuales pueden incluir ansiedad extrema, hipervigilancia, pesadillas, sensación de amenaza, miedo, culpa, efectos físicos en la salud, depresión, los cuales se convierten en un desafío para la participación en el mundo social y político de cada uno. Consecuencias en el comportamiento afectan tanto al individuo como a la comunidad, y pueden incluir aislamiento, agresión, exceso de trabajo y desconfianza. Finalmente, las consecuencias sociales incluyen el estigma, la polarización, cambios en los sistemas culturales y de valores, en participación política y posible revictimización cuando la búsqueda de justicia trae nuevas violaciones de los derechos humanos. Estas innumerables formas de sufrimiento son particularmente preocupantes porque afectan las relaciones. La investigación y la práctica en salud mental sugieren que nuestras relaciones son nuestra resiliencia y cuando ellas están comprometidas, también lo está la continua capacidad de resistencia de una comunidad, en defensa de los derechos territoriales, culturales y medioambientales, en las generaciones presentes y posteriores. La pérdida de estos derechos pueden al mismo tiempo crear nuevos ciclos de violencia. Debido a que la familia está en el epicentro de estos patrones, a menudo corresponde a las mujeres – madres, abuelas, hermanas, quienes por defecto tienden a cuidar el hogar – responder frente a las heridas emocionales de los miembros de la familia y manejar los efectos económicos y los nuevos riesgos, desplazando por ejemplo a la familia a un nuevo sitio, tomando un trabajo adicional o cambiando los roles familiares.

Restauración del apoyo comunitario para la sanación colectiva

Así como la comunidad se debilita a causa de las violaciones de derechos humanos, es también la mayor fortaleza para sanar después de una amenaza, ataque o pérdida. Por esta razón, las organizaciones que ofrecen apoyo psicosocial para defensores de derechos humanos en Colombia, trabajan más allá de los síntomas individuales, en el contexto de un amplio movimiento que promueve todos los factores de resiliencia y resistencia. Estos incluyen la construcción de la claridad y capacidad necesarias para aplicar los procedimientos legales relacionados; actividades tales como conmemoraciones destinadas a romper el silencio y la impunidad alrededor de las violaciones de derechos humanos; la recuperación y el honramiento de las creencias, la espiritualidad y cultura tradicionales; garantizar el acceso a recursos económicos, capacitaciones y espacios colectivos, vinculando a las víctimas con organizaciones de solidaridad y de derechos, promoviendo al mismo tiempo vínculos más fuertes entre aquellas organizaciones que buscan cambiar las estructuras de la exclusión económica, social y política, que fomentan la violencia; asegurar que las víctimas de la violencia que buscan justicia sean tratadas con dignidad. Junto con estos enfoques sociales y basados en la comunidad, el trabajo más terapéutico con las víctimas de violencia también apunta a vincular el sufrimiento privado con el fenómeno colectivo, de esta manera los sobrevivientes saben que no están solos y pueden también contextualizar las causas de su situación, mientras se embarcan en el muy  a menudo difícil y penoso viaje para buscar significado y comprensión de su situación. El objetivo del acompañamiento a los sobrevivientes en su dolor y en sus miedos es que ellos retomen el sentido de control sobre sus vidas y se identifiquen a sí mismos como posibles agentes de sanación, esperanza y cambio. El equipo de PBI para el Apoyo a la Reconstrucción del Tejido Social, trabaja con comunidades y organizaciones de derechos humanos que están sufriendo las consecuencias de la violencia, a través de la reflexión participativa y colectiva, con el fin de identificar las necesidades psicosociales, de protección y seguridad digital, mientras conecta a los defensores de derechos humanos con nuestra red de organizaciones psicosociales, que pueden brindar un apoyo más integral, teniendo en cuenta las necesidades singulares descritas anteriormente. Estos procesos tienen un doble objetivo: Primero, apoyar a los defensores para enfrentar los profundos efectos emocionales, relacionados con su riesgo, y segundo, apoyar la capacidad para la defensa continua de los derechos humanos, con la esperanza de que un día, un año, el número de muertes de líderes sociales en Colombia sea “cero”.
Heidi Mitton