Mi historia comenzó hace 32 años.
Mi hijo mayor fue a prestar servicio militar obligatorio al Batallón Pichincha, en Cali, y me lo desaparecieron, lo torturaron, lo asesinaron y lo encontré como “NN” (Nomen nescio, desconozco el nombre), en Palmira, a los cinco días.
Para mi segundo hijo, Jairo Iván, fue muy duro. Decidió estudiar derecho y buscar justicia con honestidad. Empezó a trabajar en la Fiscalía, quería hacer la investigación de su hermano que aunque ya se sabía, la quería volver a hacer. Mi hijo era un idealista y creía que iba a acabar con la corrupción pero la corrupción acabó con él.
Hizo una investigación sobre personajes políticos y del Estado, por ello intentaron desaparecerle pero se salvó. Después le hicieron un montaje y lo llevaron a la cárcel, desde la Fiscalía le dijeron que se defendiera como pudiera pero que no dijera que trabajaba ahí, entonces se dio cuenta lo que pasaba. Estuvo nueves meses encarcelado hasta que una persona de la Fiscalía le dijo que si quería salir de allá tenía que cumplir unas condiciones como no volver a trabajar en la Fiscalía, no hablar ni escribir sobre lo sucedido y amnesia absoluta. Mi hijo dijo que sí y en tres días salió. Duró 26 días en libertad y a los 26 días se lo llevaron. En la Fiscalía desaparecieron también la documentación sobre que él trabajó allí. Yo tengo la esperanza que con la firma de la paz la gente que sabe, hable.
Encontré solo a uno de mis dos hijos que me desaparecieron. Llevo 19 años esperando.
Marlene García García, Cali