Es el quinto día de nuestro acompañamiento en la Aldea de Paz de la Comunidad de Paz de San José de Apartadó, en la vereda Mulatos, el mismo lugar donde el 21 de febrero del 2005 se perpetró la masacre en la que murieron ocho personas, incluyendo tres niños[1]. Entre los asesinados estaba Luis Eduardo Guerra, líder de la Comunidad de Paz, su esposa, y su hijo de once años. Han transcurrido doce años desde aquella masacre y, tras el retorno de los miembros de la comunidad a Mulatos en el 2008, el lugar ha cambiado.
Estamos sentados en el kiosko de la aldea. Es un espacio circular, abierto, que se usa para reuniones y asambleas de la comunidad. A la izquierda pasa el río Mulatos. Hacia adelante se ve una plantación de bananos, y unos techos de paja, donde se protegen las mulas, y caballos cuando llueve – o la gente cuelga hamacas si buscan un lugar seco para descansar. Al lado de este techo se encuentra la biblioteca Luis Eduardo Guerra, donde nosotros hemos colgado nuestras hamacas para evitar el frío durante las noches.
Un poco más hacia la derecha, sigue, después de una huerta llena de tomates, coles y cebollas, la escuela, con el himno de la Comunidad de Paz escrito en la pared. Más allá, encontramos la vivienda principal de la aldea, con la cocina y un salón abierto, donde la gente pasa, charla un rato y sigue su camino. Todavía más allá, hay una cocina grande para asambleas y otras visitas numerosas. Mirando hacia atrás, se abre un potrero, que por el momento está vacío y al final del mismo un portón donde hemos colocado la bandera de PBI. Detrás del portal, llegamos otra vez al rio Mulatos.
Saliendo del portón y cruzando el rio, solo se necesitan unos pocos minutos para llegar al lugar donde miembros de la Comunidad de Paz se encontraron en abril, durante su peregrinación de Semana Santa, con un grupo armado. En el grupo había hombres vestidos de civil y en uniforme camuflado, y varios de ellos tenían las caras tapadas. La Comunidad de Paz denunció esta presencia y además dio su testimonio en el congreso[2].
No fue este el primer encuentro de miembros de la Comunidad de Paz con grupos armados este año, ni hacía falta salir del portón. En el mismo lugar donde estamos sentados aparecieron, según ha denunciado la Comunidad, a principios de este año, tropas armadas que se presentaron como miembros de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia, a pesar de que este espacio está muy visiblemente demarcado como espacio libre de cualquier actor armado. Basándose en este principio, miembros de la Comunidad de Paz les pidieron que se alejaran y que se respete este espacio de vida y no-violencia[3].
https://www.youtube.com/watch?v=p19B0FDMbD4
Hoy todo parece tranquilo. Se están formando unas nubes en el cielo azul, pero el sol todavía no permite a las nubes llover. Bajo el sol, entre el kiosko y la plantación de bananos, se ve una potra, tirada en el suelo. Se enfermó hace poco y está tratando de subir su cabeza. Potras, nos explican los niños que juegan en el pasto, son caballos hembras, adolescentes. La hermana mayor de la potra está acompañándola y oliendo la cabeza de la potra enferma.
Más al fondo, en la plantación, se escuchan cortes de machete. Miembros de la Comunidad de Paz están limpiando los cultivos, es decir, quitando el rastrojo. Esta plantación se sembró hace poco, con la ayuda de miembros de la Comunidad de Paz de otros asentamientos, que han hecho visitas de solidaridad a la aldea de Mulatos, cuando se ha escuchado de la presencia de grupos neoparamilitares cerca de la aldea, para resistir en comunidad y permanecer en el territorio.
Detrás de la vivienda dos jóvenes se dedican a una triste tarea. Murió un perro de la aldea y los jóvenes están enterrando el cuerpo de este perro, con quien han compartido varios años. Otros dos jóvenes están ensillando una mula. Van a buscar yuca para la cena en una finca al otro lado del río. La mula que los llevará es la misma que nos llevó el día anterior cuando subimos, con habitantes de la aldea, a la finca La Cumbre. Con nosotros subieron unas vacas de la Comunidad de Paz, llevadas para que tengan acceso a mejores pastos. ¡Que tarea, viajar con vacas entre ríos, bosques, piedras y lodo! Al llegar, la impresionante vista desde la Serranía de Abibe dejó olvidar las ampollas en nuestros pies producidas por la subida, y la leche ofrecida por los campesinos nos quitó la sed. El mismo día bajamos sin vacas y con dos costales de maíz a la aldea.
[caption id="attachment_885" align="alignnone" width="1200"] Photo: Charlotte Kesl[/caption]
Seguimos en el kiosko mientras los jóvenes salen con la mula de la aldea. Hace diez años, antes del retorno del 2008, la vista de este lugar era otra. Como está también relatado en un libro que encontramos en la biblioteca de la aldea, todo este lugar estaba cubierto por rastrojos y entre ellos solo había restos de edificios. En el 2008 los miembros de la Comunidad de Paz caminaron dos días desde su asentamiento principal en San Josecito hasta llegar al lugar donde se encuentra la aldea. Al retorno de la Comunidad de Paz a Mulatos, siguió el regreso de desplazados de toda la zona, que se habían tenido que marchar en los 90s, durante el episodio más fuerte de violencia paramilitar en la Serranía de Abibe[4].
Por fin la potra se ha levantado y empieza a comer. A nosotros nos llaman también de la cocina. Al llegar recibimos arepas preparadas con el maíz que trajimos de La Cumbre, con frijoles y arroz cosechado por la propia Comunidad de Paz. Y por suerte estamos en temporada de aguacate.
Michaela Soellinger / Gerardo Arce