Para coronar el año 2014, dos brigadistas hicimos un viaje que nos llevo por casi toda la parte occidental de Colombia. Acompañamos al Padre Alberto Franco, de la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, y con él conocimos la gran diversidad social y cultural de esta parte del país; además de algunas de las problemáticas por las que atraviesa la población de este vasto territorio.
El primer día viajamos de Bogotá a Popayán, la ciudad blanca, cuya gente tiene un acento cantado y donde predomina la cultura andina. Aquí presenciamos junto al Padre, el primer aniversario del asesinato a Gilberto Daza Vega, concejal del Polo Democrático en el municipio de Sucre, quien por su trabajo en favor de la comunidad fue asesinado en la puerta de su casa, el 28 de diciembre de 2013.
Luego acompañamos al Padre a una reunión con líderes, para conocer su trabajo en la protección del agua en su territorio. Después de consumir juntos una deliciosa porción de mazamorra, típica de la región, el Padre les presentó el trabajo de la Comisión y les explicó la importancia de unirse, ayudarse y buscar apoyo entre todos.
De Popayán fuimos a Cali, extendida por el valle y con sus cañaverales infinitos remarcados en el horizonte por la cordillera occidental. Seguimos atravesando montañas de selva húmeda, perforadas por un paisaje con túneles que nos condujo a Buenaventura; una ciudad como un mundo aparte, que aparece al otro lado de la neblina. Visitamos el espacio humanitario, así denominado por los habitantes de la calle Puente Nayero en el barrio La Playita, rechazando la violencia y que cuentan con la compañía de la Comisión desde su creación, en abril de 2014. Y en Buenaventura, el padre nos explicó cual es la situación de dos comunidades indígenas wounaan, que llevan desde septiembre del pasado año en el coliseo deportivo de la ciudad, desplazados por la presencia de actores armados ilegales en su territorio. Ver a toda una población obligada a dormir en el piso del coliseo, aparentemente olvidados por todos menos por la Comisión Intereclesial, algunas organizaciones no-gubernamentales y la Defensoría del Pueblo, nos causó gran impacto emocional y provocó querer actuar, gritar al mundo para que se despierte y reaccione, ya que el único deseo de estas comunidades es volver a su tierra en paz.
[caption id="attachment_181" align="alignleft" width="660"] Padre Alberto Franco[/caption]
Tal vez por conocer tan bien las dificultades de la gente, el Padre Alberto nunca deja de trabajar. Es una labor incansable e incondicional de sol a sol, que también contempla varios aspectos: estar al lado de las personas y hacerles conocer sus derechos; también les brinda apoyo emocional a través de la fe. Por el amor al pueblo colombiano, y con una convicción de pocos, al Padre no se le escapa ni una queja; nunca muestra señales de cansancio. Solo de vez en cuando, en alguna reunión, se desliza hacia atrás y, apoyando la cabeza en la espalda de la silla con los ojos cerrados, se permite descansar unos minutos, pero sólo para volver a abrir los ojos, incorporarse y con toda confianza del mundo empezar a explicarle a la comunidad lo que son sus pasos a seguir. Como si en ningún instante se hubiera alejado de su lado.
- Christian