Recordar es vivir, dicen. Las conmemoraciones son importantes, unas nos recuerdan momentos dolorosos y otros momentos más alegres, pero siempre nos permiten detenernos un momento y mirar atrás, mirar todo el camino que se hizo, todo lo que se aprendió y se construyó. Esta semana, la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz (Cijp) conmemora su fundación hace 30 años y todo el camino realizado acompañando a víctimas y comunidades en diferentes regiones del país desde entonces. Esta conmemoración conlleva mucha emoción, y es un buen momento para sentarnos y conversar sobre este bello camino recorrido.
El padre Alberto, la hermana Cecilia y yo nos tomamos un tintico y conversamos sobre lo que representa la Cijp, su fundación, su trabajo y cuales han sido sus desafíos y la experiencia acumulada en estos 30 años “por la vida en un bello existir”.[1]
[caption id="attachment_10221" align="alignnone" width="1277"] El Padre Alberto en la celebración de los 30 años de la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, el jueves 19 de abril 2018[/caption]
La creación de la Comisión se da en un contexto complejo como suele ser siempre en Colombia: las negociaciones de paz en el Gobierno de Betancourt, el fracaso de estas, el nacimiento y luego el fortalecimiento de la Unión Patriótica (UP), luego su exterminio, lo que provocó una profundización del conflicto armado. En aquella época, como comenta el Padre Alberto, no existía una organización religiosa en la defensa de los derechos humanos. Entonces, él, quien estaba estudiando teología en la Universidad Javeriana, se une a un grupo de estudiantes quienes se preguntaban: “¿que pueden hacer los religiosos frente a esta realidad?” Es una pregunta que también se estaban haciendo en la Conferencia Religiosa de Colombia (CRC), ¿Cómo implicar lo religioso en el trabajo de construir justicia y paz? La primera repuesta que encontraron es escuchar a las victimas, y, entonces, empezaron a reunirse con el entonces candidato presidencial de la UP, Jaime Pardo Leal, y otras personas y comunidades afectadas por la violencia que vivía Colombia. En este proceso de reflexión, el Padre Alberto conoce al Padre Javier Giraldo, a Danilo Rueda, a Eduardo Umaña y poco a poco van construyendo la propuesta de una Comisión de Justicia y Paz dentro de la Conferencia Religiosa. Sin embargo, esa propuesta fue bloqueada por el presidente de la conferencia episcopal de aquel entonces. Estamos en 1986, y luego de dos años de bloqueo, un grupo de religiosos de diferentes comunidades decidieron crear la Comisión de Justicia y Paz pero con una forma jurídica distinta, fuera de la conferencia religiosa .
En su esencia, la Cijp se planteó como una organización que acompaña a las víctimas del conflicto que estaban aisladas y por las cuales nadie respondía “la UP peleaba por sus víctimas, los sindicatos pelaban por sus víctimas, pero había víctimas por las cuales nadie peleaba… esto fue nuestra inspiración fundamental”, me dice el padre Alberto. Desde un inicio realizaron un análisis permanente y profundo de la coyuntura para poder responder rápidamente donde se necesitaba: “Entonces cuando empezamos a trabajar hicimos un análisis de la realidad, para poder atacar las causas del conflicto, y siempre hemos identificado el sistema como principal victimario.”
[caption id="attachment_10218" align="alignnone" width="1200"] Abilio y Fabio, mayo 2015 en Mapiripan[/caption]
La primera acción que realizaron es la creación de un albergue para refugiados en la ciudad de Barrancabermeja, “de hecho mi primera Navidad como cura la pase allá, en 1989”, recuerda el Padre Alberto. Crearon equipos de apoyo en Bogotá, compuestos de varias personas de diferentes comunidades religiosas, por lo cual la Comisión en su primera fase se llamaba “intercongregacional”, y que se preparaban a viajar a las regiones, en las zonas de conflicto, en las épocas difíciles, como son semana santa, las vacaciones de junio y de diciembre. Esos equipos también empezaron a documentar casos de lo que estaba sucediendo en el país. Esta experiencia es lo que ha fomentado el trabajo de Cijp, tener esa doble mirada: el análisis estratégico de fondo y el trabajo concreto desde el terreno, siendo la combinación de ambos lo que les permitió proteger la vida.
La persecución política
Por su trabajo en la defensa de los derechos humanos, acompañando a víctimas del conflicto armado y documentando casos, los miembros de la Cijp sufrieron mucha persecución política, amenazas, estigmatizaciones… El camino no ha sido fácil, y el desafío siempre ha sido cómo enfrentarlos, “la persecución en San Vicente del Chucurri en 1992-1993 era muy fuerte, después hubo allanamientos en la oficina, estrategias de la Brigada XX para bloquear a la Comisión, el Plan para asesinar al Padre Javier….y también las crisis y dificultades que llevaron a un transito de la Comisión Intercongregacional a Intereclesial”, recuerda el Padre.
“Los retos de cómo enfrentar la persecución es el reto de cómo enfrentar los momentos más difíciles sin renunciar, eso ha sido determinante. Cada arremetida de agresión físicas, cada arremetida mediática, cada arremetida contra las comunidades y la Comisión, cada arremetida jurídica... cómo enfrentarlas de acuerdo con unos principios fundamentales y cómo adecuarnos a esa realidad.” Esa persecución empezó antes de que naciera la Comisión, con el bloqueo del presidente de la Conferencia Religiosa de Colombia … Y hoy en día sigue, pero ha cambiado, por el cambio de realidad con el nuevo contexto tecnológico.
[caption id="attachment_10215" align="alignnone" width="4928"] Danilo Rueda y Maru Mosquera, en Buenaventura en marzo 2015[/caption]
Un momento que marcó la historia de la Comisión
“Una característica de la Comisión es la capacidad de responder inmediatamente y creativamente a los desafíos, aunque también es el dolor de cabeza. Y creo que algo que marcó la historia de este país, aunque no se reconozca es todo el tema del Cacarica, uno de los grandes desplazamientos masivos de este país…aunque había muchos en el país en aquella época, pero llegan a Turbo y justamente se encuentra el equipo de la Comisión,” recuerda el Padre Alberto. La región de Urabá fue identificada por la Cijp como una región por la cual había que prestar atención porque se iba a intensificar la guerra en los años por venir. A partir del año 1995, empezaron a viajar allá y a trabajar sobre estrategias de como evitar desplazamientos. Cuando se da la Operación Génesis en febrero del 1997 y las comunidades del Cacarica llegan de forma masiva a Turbo, miembros de Cijp con el Padre Javier Giraldo, estaban en una reunión de evaluación y proyección en esta ciudad. Cuando recibieron esa noticia, quisieron acercarse a las familias.
La primera preocupación frente a esa tragedia vivida por miles de personas refugiadas en el coliseo de Turbo era de cómo responder humanitariamente a esta situación. De allí empezaron a articularse con otras organizaciones presentes, a crear una relación con el Estado y realizar una incidencia internacional. “Lo que hay de política publica sobre el tema del desplazamiento forzado se hizo allá - es todo lo que significó la resistencia en esos 4 años en el coliseo”, dice el padre Alberto. Luego se organizó el retorno y la creación de la primera Zona Humanitaria (ZH) del país. Un lugar para proteger la población civil en medio del conflicto armado, basado en el Derecho Internacional Humanitario. “El retorno y la creación de la ZH es un abrir, una manera de abordar las cosas, una mirada profunda para responder a lo concreto, mirando en perspectiva es una maravilla, el retorno y el preencuentro en el 2000 en el Cacarica, ese texto[2] es un texto que sigue siendo inspirador, la manera como la gente ve su experiencia y la plasma y eso muestra un horizonte, que empieza a abrir unos caminos a todo lo que luego fue el desafío en el Bajo Atrato del mayor poder político y militar de este país, el legal e ilegal,” se emociona Alberto, “Y lo que han hecho las comunidades en el Bajo Atrato es un desafío absoluto, es un abrir puertas para otra gente.” Ese momento también lo recuerda muy bien la Hermana Cecilia. Ella se unió a la Cijp a principios de los años 2000 cuando la situación era muy tensa y sintió un llamamiento para apoyar esa organización en su compromiso con la justicia. Llegó al Cacarica, y su primera misión era vigilar la casa de la Cijp para asegurarse que nadie entrará, “había un campamento de la fuerza pública al lado de la ZH, y en aquella época no había mucha confianza en el ejército”, recuerda ella. Después acompañó los procesos en el Curbaradó y Jiguamiandó donde hubo muchos casos de desaparición forzada y asesinatos de líderes y lideresas. Han vivido muchos momentos dolorosos, el asesinato de Orlando Valencia en el 2005, los asesinatos de Manuel y Samir Ruiz en marzo del 2012, recuerda esas historias de lucha y ataques, las búsquedas de los cuerpos, “para mi ha sido muy importante estar en la Comisión”. También me comenta como vio la importancia de su papel como mujer religiosa para asumir algún liderazgo en la región, “cada vez que pasaba algo me ponían a mí en frente para llevar la vocería.” Se quedó varios años en la región hasta que se enfermó y tuvo que salir. [caption id="attachment_10213" align="alignnone" width="1200"] La Hermana Cecilia en el rio Atrato con el acompañamiento de PBI[/caption] 30 años después Es interesante ver que 30 años después de la creación de la Comisión Intercongregacional de Justicia y Paz nos encontramos en un contexto de implementación del Acuerdo de Paz entre el Gobierno y las FARC. Existen muchas incertidumbres frente al futuro, y de cara a los incumplimientos de este acuerdo. Dentro de este contexto, la Cijp sigue con su misión de “estar con la gente”, no quiere mirar demasiado hacía el futuro, sino guardar su horizonte de justicia y paz y seguir el camino paso a paso. “No quiero pensar en adelante”, me dice el padre, “lo que sí tenemos claro es que la Comisión es un horizonte de justicia – entender la justicia social como derecho y como condición para la paz –y entendemos que es una lucha permanente, que hay cambios de coyuntura y se adapta. Hemos vivido diversos ataques directos, descalificaciones, ataques teológicos, de tantas formas así que creemos que en el futuro, es mantener ese mismo horizonte de justicia y de paz como condición para construir una democracia real, como condición para una vida digna.” Ese compromiso de seguir acompañando, de seguir con la preocupación humanitaria sigue en el centro de su esencia y seguirán apostando por el Acuerdo de Paz y el acompañamiento a las comunidades afectadas por la violencia que buscan conocer la verdad. [caption id="attachment_10220" align="alignnone" width="1277"] Enrique Chimonja y Erika Carvajal de Cijp, juntos con Erasmo Sierra líder de la ZH Nueva Esperanza en Jiguamiandó[/caption] En todos estos años, la Cijp “ha sido una apuesta, una opción por estar junto a las víctimas, por apoyar su acompañar, por su decisión de afirmar su derecho a la justicia, a la verdad, a la dignidad, por develar en lo concreto las causas de la victimización, por generar condiciones de vida, espacios para que la gente pueda vivir y defender sus derechos y eso es una apuesta. Por un lado, significa una cosa positiva, porque hemos vistos que muchas cosas que eran imposibles ayer son posibles hoy, a veces de una manera lenta y difícil, pero sí son posibles. Muchas víctimas han podido afirmar sus derechos, reconstruir sus vidas, pero, por otro lado, es muy doloroso mirar como el sistema como sistema sigue fortaleciéndose, imponiéndose”, dice Alberto. [caption id="attachment_10219" align="alignnone" width="1277"] En la celebración de los 30 años de Cijp, hubo una ceremonia donde se hizo reconocimiento a las personas que hicieron parte de la Comisión pero que ya no están, a los lideres y las lideresas asesinadas... Pero también fue un momento de alegría donde personas viajaron de las diferentes comunidades del país acompañadas por Cijp y cantaron.[/caption] PBI llegó a Colombia bajó la petición de Cijp en 1994, y desde entonces hemos acompañado a los y las miembros de esta organización. Para nosotras siempre ha sido un honor acompañar esos procesos de resistencia pacífica en los territorios. Les felicitamos por estos 30 años de lucha, y de compromiso hacia la búsqueda de la verdad y la construcción de una sociedad de justicia y paz.
CAVIDA, proceso de resistencia No-Violenta, por una vida digna en el territorio
La primera preocupación frente a esa tragedia vivida por miles de personas refugiadas en el coliseo de Turbo era de cómo responder humanitariamente a esta situación. De allí empezaron a articularse con otras organizaciones presentes, a crear una relación con el Estado y realizar una incidencia internacional. “Lo que hay de política publica sobre el tema del desplazamiento forzado se hizo allá - es todo lo que significó la resistencia en esos 4 años en el coliseo”, dice el padre Alberto. Luego se organizó el retorno y la creación de la primera Zona Humanitaria (ZH) del país. Un lugar para proteger la población civil en medio del conflicto armado, basado en el Derecho Internacional Humanitario. “El retorno y la creación de la ZH es un abrir, una manera de abordar las cosas, una mirada profunda para responder a lo concreto, mirando en perspectiva es una maravilla, el retorno y el preencuentro en el 2000 en el Cacarica, ese texto[2] es un texto que sigue siendo inspirador, la manera como la gente ve su experiencia y la plasma y eso muestra un horizonte, que empieza a abrir unos caminos a todo lo que luego fue el desafío en el Bajo Atrato del mayor poder político y militar de este país, el legal e ilegal,” se emociona Alberto, “Y lo que han hecho las comunidades en el Bajo Atrato es un desafío absoluto, es un abrir puertas para otra gente.” Ese momento también lo recuerda muy bien la Hermana Cecilia. Ella se unió a la Cijp a principios de los años 2000 cuando la situación era muy tensa y sintió un llamamiento para apoyar esa organización en su compromiso con la justicia. Llegó al Cacarica, y su primera misión era vigilar la casa de la Cijp para asegurarse que nadie entrará, “había un campamento de la fuerza pública al lado de la ZH, y en aquella época no había mucha confianza en el ejército”, recuerda ella. Después acompañó los procesos en el Curbaradó y Jiguamiandó donde hubo muchos casos de desaparición forzada y asesinatos de líderes y lideresas. Han vivido muchos momentos dolorosos, el asesinato de Orlando Valencia en el 2005, los asesinatos de Manuel y Samir Ruiz en marzo del 2012, recuerda esas historias de lucha y ataques, las búsquedas de los cuerpos, “para mi ha sido muy importante estar en la Comisión”. También me comenta como vio la importancia de su papel como mujer religiosa para asumir algún liderazgo en la región, “cada vez que pasaba algo me ponían a mí en frente para llevar la vocería.” Se quedó varios años en la región hasta que se enfermó y tuvo que salir. [caption id="attachment_10213" align="alignnone" width="1200"] La Hermana Cecilia en el rio Atrato con el acompañamiento de PBI[/caption] 30 años después Es interesante ver que 30 años después de la creación de la Comisión Intercongregacional de Justicia y Paz nos encontramos en un contexto de implementación del Acuerdo de Paz entre el Gobierno y las FARC. Existen muchas incertidumbres frente al futuro, y de cara a los incumplimientos de este acuerdo. Dentro de este contexto, la Cijp sigue con su misión de “estar con la gente”, no quiere mirar demasiado hacía el futuro, sino guardar su horizonte de justicia y paz y seguir el camino paso a paso. “No quiero pensar en adelante”, me dice el padre, “lo que sí tenemos claro es que la Comisión es un horizonte de justicia – entender la justicia social como derecho y como condición para la paz –y entendemos que es una lucha permanente, que hay cambios de coyuntura y se adapta. Hemos vivido diversos ataques directos, descalificaciones, ataques teológicos, de tantas formas así que creemos que en el futuro, es mantener ese mismo horizonte de justicia y de paz como condición para construir una democracia real, como condición para una vida digna.” Ese compromiso de seguir acompañando, de seguir con la preocupación humanitaria sigue en el centro de su esencia y seguirán apostando por el Acuerdo de Paz y el acompañamiento a las comunidades afectadas por la violencia que buscan conocer la verdad. [caption id="attachment_10220" align="alignnone" width="1277"] Enrique Chimonja y Erika Carvajal de Cijp, juntos con Erasmo Sierra líder de la ZH Nueva Esperanza en Jiguamiandó[/caption] En todos estos años, la Cijp “ha sido una apuesta, una opción por estar junto a las víctimas, por apoyar su acompañar, por su decisión de afirmar su derecho a la justicia, a la verdad, a la dignidad, por develar en lo concreto las causas de la victimización, por generar condiciones de vida, espacios para que la gente pueda vivir y defender sus derechos y eso es una apuesta. Por un lado, significa una cosa positiva, porque hemos vistos que muchas cosas que eran imposibles ayer son posibles hoy, a veces de una manera lenta y difícil, pero sí son posibles. Muchas víctimas han podido afirmar sus derechos, reconstruir sus vidas, pero, por otro lado, es muy doloroso mirar como el sistema como sistema sigue fortaleciéndose, imponiéndose”, dice Alberto. [caption id="attachment_10219" align="alignnone" width="1277"] En la celebración de los 30 años de Cijp, hubo una ceremonia donde se hizo reconocimiento a las personas que hicieron parte de la Comisión pero que ya no están, a los lideres y las lideresas asesinadas... Pero también fue un momento de alegría donde personas viajaron de las diferentes comunidades del país acompañadas por Cijp y cantaron.[/caption] PBI llegó a Colombia bajó la petición de Cijp en 1994, y desde entonces hemos acompañado a los y las miembros de esta organización. Para nosotras siempre ha sido un honor acompañar esos procesos de resistencia pacífica en los territorios. Les felicitamos por estos 30 años de lucha, y de compromiso hacia la búsqueda de la verdad y la construcción de una sociedad de justicia y paz.
Nathalie Bienfait