Estas son las historias de algunas personas que, si bien reflejan la heterogeneidad colombiana, están unidas, como pueblo diverso, en el dolor causado por los atropellos del conflicto armado, y en la esperanza de una paz verdadera y duradera.
Para Lola Camayo Fernández, gobernadora suplente del Resguardo Nasa Kiwnas Cxhab (Putumayo), la construcción de la paz empieza desde la casa, dialogando con los jóvenes y compartiendo historias. La problemática que actualmente vive su comunidad es producto del impacto generado por los intereses petroleros en la zona, que se refleja en la contaminación del medio ambiente y en las condiciones de salud de su gente.
“La Ley 21 del 1991 no ha respetado lo pactado en el Convenio 169 de la OIT a favor de los pueblos indígenas”, nos comenta. Se trata de un instrumento jurídico, que debería fijar la orientación en la cual el Estado colombiano debe relacionarse con los pueblos indígenas dentro de su territorio, reconociendo además su condición ancestral previa a la del Estado nacional. “La Universidad de la Paz podría ser otro instrumento de paz para fortalecer nuestro futuro como comunidad territorial y como parte del pueblo colombiano”.
Delphine y Mario escribieron las historias de la bella locura después de un viaje al río Naya en junio de 2016. En este viaje conocieron mujeres y hombres indígenas, afrodescendientes y campesinos de distintas regiones de Colombia y pudieron presenciar la apertura de la primera sede de la Universidad de la Paz, una iniciativa que busca generar propuestas para la paz desde los territorios.