Desde ese 30 de agosto 1987, día que cambió su vida para siempre, Erik Arellana Bautista, hijo de Nydia Erika Bautista, se convirtió en uno de los rostros más conocidos de la desaparición forzada, y de todos los impactos que conlleva, en Colombia. A través del arte y del activismo, desde su adolescencia ha denunciado este crimen, uniéndose al reclamo de miles de personas en Colombia que buscan a sus seres queridos y que buscan saber que pasó con ellos y ellas.
Hace poco, él y un grupo de amigos publicaron un “relato (siempre) incompleto de lo invisibilizado”: Cartografía de la desaparición forzada en Colombia. Este trabajo recopila mapas y historias de diferentes épocas y diferentes zonas del país dónde personas han sido víctimas de desaparición forzada, y cruzaron diferentes datos oficiales respecto a este crimen. En Colombia, oficialmente, hay más de 80.000 personas que han sido desaparecidas, y según lo que nos comentó Erik “se supone que de cada caso que se denunció, hay uno que no ha sido denunciado por miedo a represalias”.
En el contexto actual de búsqueda de justicia, verdad, reparación y garantías de no repetición, es un proyecto que busca dar elementos a las organizaciones sociales y de víctimas para que se siga analizando, visibilizando y demostrando cómo la desaparición forzada ha sido una herramienta de uso sistemático para sembrar terror en el país.
Hablamos con Erik para que nos explique un poco más acerca de su trabajo.
En ese primer exilio, ya lejos de la violencia directa, me encamino hacia la búsqueda del arte y tengo la oportunidad de entrar en la escuela de arte de Kassel en Alemania y empiezo a trabajar con el documental como primera herramienta. Mis primeros trabajos fueron principalmente sobre exiliados colombianos y colombianas en Europa, después hago un trabajo en el que me regreso a Colombia para hacer un documental tratando de reconstruir esa historia de Asfaddes, de sus orígenes, del caso del Palacio de Justicia, de todo lo que había sido el impacto de la represión política que en aquel entonces hablábamos de 2000 personas víctimas de desaparición forzada en Colombia. En los años siguientes me dedicaría a hacer varios documentales en torno a eso y unos trabajos artísticos que fueron mis primeros mapeos más poéticos de la ciudad poniéndoles nombres de personas desaparecidas a las calles de Bogotá. Luego regreso a Colombia a hacer un documental con la comunidad indígena Nasa en el Cauca, donde me vuelven a amenazar y tengo que volver a irme del país. Estudio comunicación visual en la Escuela de Arte de la Bauhaus en el este de Alemania. Y en 2006, cuando termino la maestría me regreso a vivir a Colombia y empiezo a hacer una serie de trabajos con colectivos artísticos, donde intentábamos acercar la realidad de las comunidades rurales y campesinas a la ciudad, así como a hacer trabajo pedagógico de arte, expresión y derechos humanos en las comunidades como Dabeiba, San José de Apartadó, en el Magdalena Medio y en el Cimitarra, con comunidades indígenas. Mi trabajo siempre ha tenido una línea muy comprometida, muy pedagógica y ese ha sido el sentido de mi trabajo de alguna manera como una coresponsabilidad intelectual, social y política. Ha sido una exploración de lenguajes, de acercamientos a la realidad colombiana, y también tratando de sensibilizar no solamente a la comunidad nacional sino a la internacional sobre un drama que me parece demasiado grande. [caption id="attachment_11346" align="alignnone" width="592"] Nydia Erika Bautista[/caption] ¿Qué representa la desaparición forzada en Colombia tanto en el pasado como en el presente? El crimen de la desaparición forzada encierra varios delitos. No solamente es el rapto, la tortura, el asesinato y el ocultamiento del cuerpo, sino que además tiene unos impactos familiares, sociales y políticos que causan terror. Es una forma de torturar psicológicamente a través del tiempo porque al no tener respuestas esa incertidumbre se vuelve una forma de afectación permanente en el tiempo, en la medida en la que no hay justicia. Los niveles de impunidad en nuestro país son muy altos y no hay una sensibilidad social en la que se entiende que no es un crimen dirigido a una persona sino a una comunidad y a la misma sociedad en general. Estos impactos permanecen además en el tiempo. Es una connotación que es bastante fuerte en un país que es supuestamente democrático. En las dictaduras se habló de 30 mil personas víctimas de desapariciones forzadas en Argentina y aquí tenemos tres veces, y estamos en una democracia. Nosotros nos preguntamos qué clase de democracia es esta. También porque no es un crimen que sea del pasado, sino que se sigue llevando a cabo en las zonas rurales y en las ciudades, es un crimen que, por sus características al no haber testigos, ni pruebas, ni cuerpos, ni responsables, es un aliciente a los victimarios porque no se investiga, no hay condenas ejemplares frente al tema entonces se sigue practicando. En este sentido la búsqueda de verdad y de justicia de familiares ha sido un determinante para que se avance en los casos. ¿Nos podrías contar un poco sobre esto? Como te cuento, yo era muy chico cuando comencé a trabajar en esto y cuando me empecé a vincular al movimiento social, y veía como crímenes colectivos pasaban años hasta encontrar los responsables y condenarlos. Grandes eventos, como el ocurrido en el año 85 frente al Palacio de Justicia, nunca tuvieron una sanción interna, sino que este caso tuvo que llegar a la Corte Interamericana de Derechos Humanos para que el gobierno reaccionará y empezará a buscar, identificar y devolver los cuerpos a sus familiares. Yo en ese primer periodo descubrí no solo la negligencia por parte de los jueces que no investigaban, sino también la apatía de la sociedad y la responsabilidad de los presidentes, porque como organizaciones de familiares nosotros pasamos 12 proyectos al Congreso de la República para que el crimen de la desaparición forzada fuera tipificado como delito en Colombia. Aquí se empezaron a practicar sistemáticamente las desapariciones; se dice que desde los años 70 (el Centro Nacional de Memoria histórica dice que hay desaparecidos desde el 58) y solamente hasta el año 2000 es considerado un delito dentro de nuestro país. Y eso se consiguió gracias a la insistencia de los familiares y de las organizaciones acompañantes. Varios de los familiares sufrieron represalias y tuvieron que irse al exilio, muchos otros fueron desaparecidos, como fue el caso de los miembros de Asfaddes Claudia Monsalve y Ángel Quintero. Después de la ley nos tocó hacer mucho trabajo de incidencia política, de denuncia, de formación a otros familiares, de acompañamiento jurídico y psicológico, todo también partiendo de la experiencia vivida a través de los familiares que fueron posicionando el tema y tratando de elevarlo a instancias internacionales; impulsando la ratificación de la convención de derechos contra las desapariciones forzadas, la creación de la Comisión de Búsqueda de Personas Desaparecidas, un mecanismo de búsqueda urgente, y después de la creación de la ley de víctimas que a las personas no se les obligará a declarar la muerte presunta en vez de la desaparición para que los familiares de personas desaparecidas pudieran recibir ayuda humanitaria, lo cual lo logró la Fundación Nydia Erika Bautista y otras organizaciones. Frente a la negligencia de la Comisión de Búsqueda de Personas Desaparecidas se pidió la creación de la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas. Ha sido un trabajo de persistencia. Tú ves a mujeres de 80 años en las marchas, que comenzaron a pelear en los 70’s y 80’s contra este crimen. En su mayoría son mujeres las que han estado en este trabajo, a las que el Sistema Integral de Verdad, Justicia y Reparación han reconocido que gracias a ellas es que sabemos que hay personas desaparecidas, se han conseguido condenas, sabemos cómo hacer un tratamiento y un acompañamiento al tema. Todo ha sido también gracias a estas mujeres que salieron de sus hogares a denunciar lo que estaba pasando.
¿Nos podrías platicar un poco sobre tu proyecto de Cartografía de la Desaparición Forzada en Colombia? El proyecto es un trabajo colectivo de la organización Human Rights Everywhere. Nosotros empezamos a construir inicialmente una página web, que queríamos dejar como repositorio de las experiencias tanto de testimonios y de trabajos de arte en torno a la desaparición forzada, y la documentación existente en el tema, además del análisis que estábamos haciendo de las cuatro fuentes oficiales y estatales de información que existen, de la que nos dimos cuenta de que ninguna coincide en la cantidad de personas desaparecidas. Queríamos mostrar esas inconsistencias por parte del estado colombiano a través del ejercicio de la cartografía, que nos iba mostrando las diferentes cifras en un mapeo, tratando de identificar que había pasado históricamente con las desapariciones forzadas en el país. Es un trabajo que tiene distintas miradas: una mirada ética, humanista, que pone por encima de cualquier otro discurso la perspectiva de las víctimas porque hemos sido víctimas y porque los otros miembros del equipo han sido acompañantes de víctimas. Fidel Mingorance (co-coordinador del proyecto) trabajó en Brigadas Internacionales de Paz bastante tiempo acompañando familiares en Antioquia y a Ángel Quintero. Hubo una connotación humana frente a este fenómeno que le marcó mucho. Paco, el editor del libro, es un periodista que estuvo acompañando a la gente y a las víctimas en las regiones y un analista del conflicto colombiano. [caption id="attachment_11212" align="alignnone" width="1078"] Fidel Mingorance (a la derecha) es geógrafo y quien fue voluntario de PBI del 1999 al 2003, principalmente en la oficina de Medellín dónde acompañó a Ángel Quintero quien fue víctima de desaparición forzada el 6 de octubre 2000. En esta foto se encuentra junto a la hija de Ángel, Adriana, quien, junto a su familia, tuvo que salir al exilio después de las numerosas amenazas que recibieron en su trabajo de búsqueda de su padre y de otros miembros de su familia también víctimas de desapariciones forzadas.[/caption] Decidimos mirar las causas y las consecuencias del fenómeno de la desaparición forzada a nivel geopolítico, para mirar lo que para nosotros es también un fenómeno de control territorial, que tiene implicaciones económicas, trabajando sobre la idea de la impunidad porque nos parece importante resaltar porqué ha crecido tanto el fenómeno de las desapariciones cuando no se ha castigado a los responsables, lo que en Colombia arroja un 99,5% de impunidad en estos casos. Otro de los elementos que descubrimos en este trabajo de investigación es que de los 1,151 municipios que tiene Colombia solamente 66 no han registrado desapariciones forzadas, lo que nos muestra que es un fenómeno en todo el contexto nacional. Para nosotros también es importante hacer un reconocimiento histórico desde las víctimas y su perspectiva, por lo cual también contamos como fue que se formaron las primeras organizaciones de familiares, cuáles fueron sus alcances tanto a nivel de incidencia política como de posicionar el tema de las desapariciones forzadas y cuales han sido los mecanismos de represión y de censura y de impunidad hacia los familiares. El libro está para su descarga libre en internet en https://colombia.desaparicionforzada.com/ y próximamente lo entregaremos como un informe para la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) Por último ¿cuál crees que el apoyo que ha brindado y puede seguir brindando la comunidad internacional ante este crimen en Colombia? Quiero aprovechar para decir que gracias a PBI que yo y mi familia estamos vivos. Gracias a la comunidad internacional pudimos posicionar el tema de las desapariciones forzadas ante las cortes penales internacionales y hacer un nivel de incidencia ante las Naciones Unidas, esto a nivel político. También gracias a la comunidad internacional las organizaciones pudieron tener formación, apoyo económico, político para poder seguir denunciando y haciendo su trabajo. Hay muchísimos aspectos que agradecerle a la comunidad internacional frente al tema de denuncia y es un trabajo que ha tenido momentos en los cuales se ha logrado visibilizar pero también ha tenido un contra efecto después de la firma de los Acuerdos de paz, pues la gente en el exterior cree que el país se tranquilizó después de su firma, y esto es mentira. Es enorme la cantidad de personas lideresas asesinadas, ambientalistas y gente perteneciente a la oposición política; pero también siguen existiendo la represión y estigmatización a los movimientos sociales; hay personas que no han sido asesinadas pero también son hostigadas y amenazadas constantemente. Esto es casi un llamado a decirles que vuelvan a prestar atención porque esto no ha mejorado y por el contrario estamos muy desprotegidos.
Laura: Tu trabajo, tanto desde el arte como desde el activismo nos muestra un fuerte compromiso ligado a tu historia personal y familiar. ¿Podrías contarnos un poco más sobre ello y algunos de los trabajos que has realizado en materia de defensa de los DDHH? EAB- Todo comenzó en mi adolescencia. Con la desaparición de mi madre yo me vinculé a ASFADDES (Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos) y en ese proceso de crecimiento veía a mujeres muy comprometidas. Luego de que encontramos los restos de mi madre en el año 90, yo tenía 16 años y decidí apostarle a una formación académica que me permitiera apoyar el trabajo de Asfaddes y estudié radio y televisión. Después de esa primera formación entré a estudiar periodismo para comunicarle al mundo lo que los familiares vivían y lo que estaba yo experimentando frente a una violencia sociopolítica. Posteriormente, entré a estudiar mi vocación, literatura, en la Universidad Nacional de Colombia. Ahí es cuando en el mes de mayo de 1997 asesinan a dos investigadores del CINEP, Elsa Alvarado y Mario Calderón y varias organizaciones de derechos humanos descubren que hay una intención y presencia de varios escuadrones de la muerte en la ciudad con la llegada del paramilitarismo de asesinar personas defensoras. Yo era el cuarto de la lista. Recibí una protección directa de Brigadas Internacionales de Paz (PBI) y en tres días tuve que abandonar el país."Es un trabajo que tiene distintas miradas: una mirada ética, humanista, que pone por encima de cualquier otro discurso la perspectiva de las víctimas porque hemos sido víctimas y porque los otros miembros del equipo han sido acompañantes de víctimas."
Cometas en el Cielo
En ese primer exilio, ya lejos de la violencia directa, me encamino hacia la búsqueda del arte y tengo la oportunidad de entrar en la escuela de arte de Kassel en Alemania y empiezo a trabajar con el documental como primera herramienta. Mis primeros trabajos fueron principalmente sobre exiliados colombianos y colombianas en Europa, después hago un trabajo en el que me regreso a Colombia para hacer un documental tratando de reconstruir esa historia de Asfaddes, de sus orígenes, del caso del Palacio de Justicia, de todo lo que había sido el impacto de la represión política que en aquel entonces hablábamos de 2000 personas víctimas de desaparición forzada en Colombia. En los años siguientes me dedicaría a hacer varios documentales en torno a eso y unos trabajos artísticos que fueron mis primeros mapeos más poéticos de la ciudad poniéndoles nombres de personas desaparecidas a las calles de Bogotá. Luego regreso a Colombia a hacer un documental con la comunidad indígena Nasa en el Cauca, donde me vuelven a amenazar y tengo que volver a irme del país. Estudio comunicación visual en la Escuela de Arte de la Bauhaus en el este de Alemania. Y en 2006, cuando termino la maestría me regreso a vivir a Colombia y empiezo a hacer una serie de trabajos con colectivos artísticos, donde intentábamos acercar la realidad de las comunidades rurales y campesinas a la ciudad, así como a hacer trabajo pedagógico de arte, expresión y derechos humanos en las comunidades como Dabeiba, San José de Apartadó, en el Magdalena Medio y en el Cimitarra, con comunidades indígenas. Mi trabajo siempre ha tenido una línea muy comprometida, muy pedagógica y ese ha sido el sentido de mi trabajo de alguna manera como una coresponsabilidad intelectual, social y política. Ha sido una exploración de lenguajes, de acercamientos a la realidad colombiana, y también tratando de sensibilizar no solamente a la comunidad nacional sino a la internacional sobre un drama que me parece demasiado grande. [caption id="attachment_11346" align="alignnone" width="592"] Nydia Erika Bautista[/caption] ¿Qué representa la desaparición forzada en Colombia tanto en el pasado como en el presente? El crimen de la desaparición forzada encierra varios delitos. No solamente es el rapto, la tortura, el asesinato y el ocultamiento del cuerpo, sino que además tiene unos impactos familiares, sociales y políticos que causan terror. Es una forma de torturar psicológicamente a través del tiempo porque al no tener respuestas esa incertidumbre se vuelve una forma de afectación permanente en el tiempo, en la medida en la que no hay justicia. Los niveles de impunidad en nuestro país son muy altos y no hay una sensibilidad social en la que se entiende que no es un crimen dirigido a una persona sino a una comunidad y a la misma sociedad en general. Estos impactos permanecen además en el tiempo. Es una connotación que es bastante fuerte en un país que es supuestamente democrático. En las dictaduras se habló de 30 mil personas víctimas de desapariciones forzadas en Argentina y aquí tenemos tres veces, y estamos en una democracia. Nosotros nos preguntamos qué clase de democracia es esta. También porque no es un crimen que sea del pasado, sino que se sigue llevando a cabo en las zonas rurales y en las ciudades, es un crimen que, por sus características al no haber testigos, ni pruebas, ni cuerpos, ni responsables, es un aliciente a los victimarios porque no se investiga, no hay condenas ejemplares frente al tema entonces se sigue practicando. En este sentido la búsqueda de verdad y de justicia de familiares ha sido un determinante para que se avance en los casos. ¿Nos podrías contar un poco sobre esto? Como te cuento, yo era muy chico cuando comencé a trabajar en esto y cuando me empecé a vincular al movimiento social, y veía como crímenes colectivos pasaban años hasta encontrar los responsables y condenarlos. Grandes eventos, como el ocurrido en el año 85 frente al Palacio de Justicia, nunca tuvieron una sanción interna, sino que este caso tuvo que llegar a la Corte Interamericana de Derechos Humanos para que el gobierno reaccionará y empezará a buscar, identificar y devolver los cuerpos a sus familiares. Yo en ese primer periodo descubrí no solo la negligencia por parte de los jueces que no investigaban, sino también la apatía de la sociedad y la responsabilidad de los presidentes, porque como organizaciones de familiares nosotros pasamos 12 proyectos al Congreso de la República para que el crimen de la desaparición forzada fuera tipificado como delito en Colombia. Aquí se empezaron a practicar sistemáticamente las desapariciones; se dice que desde los años 70 (el Centro Nacional de Memoria histórica dice que hay desaparecidos desde el 58) y solamente hasta el año 2000 es considerado un delito dentro de nuestro país. Y eso se consiguió gracias a la insistencia de los familiares y de las organizaciones acompañantes. Varios de los familiares sufrieron represalias y tuvieron que irse al exilio, muchos otros fueron desaparecidos, como fue el caso de los miembros de Asfaddes Claudia Monsalve y Ángel Quintero. Después de la ley nos tocó hacer mucho trabajo de incidencia política, de denuncia, de formación a otros familiares, de acompañamiento jurídico y psicológico, todo también partiendo de la experiencia vivida a través de los familiares que fueron posicionando el tema y tratando de elevarlo a instancias internacionales; impulsando la ratificación de la convención de derechos contra las desapariciones forzadas, la creación de la Comisión de Búsqueda de Personas Desaparecidas, un mecanismo de búsqueda urgente, y después de la creación de la ley de víctimas que a las personas no se les obligará a declarar la muerte presunta en vez de la desaparición para que los familiares de personas desaparecidas pudieran recibir ayuda humanitaria, lo cual lo logró la Fundación Nydia Erika Bautista y otras organizaciones. Frente a la negligencia de la Comisión de Búsqueda de Personas Desaparecidas se pidió la creación de la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas. Ha sido un trabajo de persistencia. Tú ves a mujeres de 80 años en las marchas, que comenzaron a pelear en los 70’s y 80’s contra este crimen. En su mayoría son mujeres las que han estado en este trabajo, a las que el Sistema Integral de Verdad, Justicia y Reparación han reconocido que gracias a ellas es que sabemos que hay personas desaparecidas, se han conseguido condenas, sabemos cómo hacer un tratamiento y un acompañamiento al tema. Todo ha sido también gracias a estas mujeres que salieron de sus hogares a denunciar lo que estaba pasando.
Ni Vivos, Ni Muertos: Desaparecidos
¿Nos podrías platicar un poco sobre tu proyecto de Cartografía de la Desaparición Forzada en Colombia? El proyecto es un trabajo colectivo de la organización Human Rights Everywhere. Nosotros empezamos a construir inicialmente una página web, que queríamos dejar como repositorio de las experiencias tanto de testimonios y de trabajos de arte en torno a la desaparición forzada, y la documentación existente en el tema, además del análisis que estábamos haciendo de las cuatro fuentes oficiales y estatales de información que existen, de la que nos dimos cuenta de que ninguna coincide en la cantidad de personas desaparecidas. Queríamos mostrar esas inconsistencias por parte del estado colombiano a través del ejercicio de la cartografía, que nos iba mostrando las diferentes cifras en un mapeo, tratando de identificar que había pasado históricamente con las desapariciones forzadas en el país. Es un trabajo que tiene distintas miradas: una mirada ética, humanista, que pone por encima de cualquier otro discurso la perspectiva de las víctimas porque hemos sido víctimas y porque los otros miembros del equipo han sido acompañantes de víctimas. Fidel Mingorance (co-coordinador del proyecto) trabajó en Brigadas Internacionales de Paz bastante tiempo acompañando familiares en Antioquia y a Ángel Quintero. Hubo una connotación humana frente a este fenómeno que le marcó mucho. Paco, el editor del libro, es un periodista que estuvo acompañando a la gente y a las víctimas en las regiones y un analista del conflicto colombiano. [caption id="attachment_11212" align="alignnone" width="1078"] Fidel Mingorance (a la derecha) es geógrafo y quien fue voluntario de PBI del 1999 al 2003, principalmente en la oficina de Medellín dónde acompañó a Ángel Quintero quien fue víctima de desaparición forzada el 6 de octubre 2000. En esta foto se encuentra junto a la hija de Ángel, Adriana, quien, junto a su familia, tuvo que salir al exilio después de las numerosas amenazas que recibieron en su trabajo de búsqueda de su padre y de otros miembros de su familia también víctimas de desapariciones forzadas.[/caption] Decidimos mirar las causas y las consecuencias del fenómeno de la desaparición forzada a nivel geopolítico, para mirar lo que para nosotros es también un fenómeno de control territorial, que tiene implicaciones económicas, trabajando sobre la idea de la impunidad porque nos parece importante resaltar porqué ha crecido tanto el fenómeno de las desapariciones cuando no se ha castigado a los responsables, lo que en Colombia arroja un 99,5% de impunidad en estos casos. Otro de los elementos que descubrimos en este trabajo de investigación es que de los 1,151 municipios que tiene Colombia solamente 66 no han registrado desapariciones forzadas, lo que nos muestra que es un fenómeno en todo el contexto nacional. Para nosotros también es importante hacer un reconocimiento histórico desde las víctimas y su perspectiva, por lo cual también contamos como fue que se formaron las primeras organizaciones de familiares, cuáles fueron sus alcances tanto a nivel de incidencia política como de posicionar el tema de las desapariciones forzadas y cuales han sido los mecanismos de represión y de censura y de impunidad hacia los familiares. El libro está para su descarga libre en internet en https://colombia.desaparicionforzada.com/ y próximamente lo entregaremos como un informe para la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) Por último ¿cuál crees que el apoyo que ha brindado y puede seguir brindando la comunidad internacional ante este crimen en Colombia? Quiero aprovechar para decir que gracias a PBI que yo y mi familia estamos vivos. Gracias a la comunidad internacional pudimos posicionar el tema de las desapariciones forzadas ante las cortes penales internacionales y hacer un nivel de incidencia ante las Naciones Unidas, esto a nivel político. También gracias a la comunidad internacional las organizaciones pudieron tener formación, apoyo económico, político para poder seguir denunciando y haciendo su trabajo. Hay muchísimos aspectos que agradecerle a la comunidad internacional frente al tema de denuncia y es un trabajo que ha tenido momentos en los cuales se ha logrado visibilizar pero también ha tenido un contra efecto después de la firma de los Acuerdos de paz, pues la gente en el exterior cree que el país se tranquilizó después de su firma, y esto es mentira. Es enorme la cantidad de personas lideresas asesinadas, ambientalistas y gente perteneciente a la oposición política; pero también siguen existiendo la represión y estigmatización a los movimientos sociales; hay personas que no han sido asesinadas pero también son hostigadas y amenazadas constantemente. Esto es casi un llamado a decirles que vuelvan a prestar atención porque esto no ha mejorado y por el contrario estamos muy desprotegidos.
Laura Carrasco