De la primera vez que vi a German Graciano, o Mello como le llaman todos, recuerdo su timidez, pero sobre todo su firmeza en el compromiso con los principios de la Comunidad y en su labor, y su carisma como líder de dicha Comunidad. A lo largo de estos años he visto como creció su firmeza y responsabilidad en su papel de representante legal de la Comunidad de Paz, y cada vez menos tímido. No es fácil. Todos los días recibe muchas amenazas, lo estigmatizan, hasta incluso atentaron contra su vida el pasado 29 de diciembre de 2017[1]. Ese día fue la primera vez que realmente sufrió un ataque tan directo. Por estas razones, ese 5 de septiembre de 2018 cuando lo nombraron ganador del Premio Nacional a la Defensa de los Derechos Humanos, en la categoría Defensor del año[2], mi alma se llenó de felicidad, un reconocimiento a su trabajo y a todo el trabajo de la Comunidad de Paz. Cuando le pregunto cómo se siente el haber ganado ese premio, lo primero que contesta es: “es un premio para la Comunidad, un reconocimiento a su trabajo y apuesta como comunidad neutral en un territorio en conflicto. Es importante también poder visibilizar lo que pasa en esta zona, y ver que también pasan en otras regiones del país a pesar de que estemos en paz”.
[caption id="attachment_10483" align="alignnone" width="1200"] Germán Graciano, durante la ceremonia de premiación de Diakonia el 5 de septiembre de 2018[/caption]
German Graciano Posso tenía 14 años, en 1996, cuando se tuvo que desplazar de su finca de la vereda El Porvenir. Fue cuando su vida cambió para siempre, cuando empezó el dolor, cuando sus familiares fueron asesinados, un después de otro, y tuvieron que buscar varios refugios; “antes éramos felices, vivía con mis padres y mis hermanos, no habíamos sufrido de la guerra, vivíamos en la finca trabajando la tierra juntos. Si había combates y se escuchaba ataques, pero no era algo cercano a nosotros”. Después, a lo largo de los meses, de los desplazamientos, poco a poco fueron asesinadas otras personas de su entorno, de su familia cercana, como su hermano mayor y su papa. Acontecimientos que dejan marcas y cicatrices para siempre…
Luego campesinos y campesinas de la zona se organizaron para crear una comunidad neutral, resistentes y que no querían nada que ver que los actores armados, pero que decidieron quedarse en el territorio[3]. Él se vinculó a la Comunidad de Paz desde muy joven, “ahora la Comunidad es mi familia”, dice German con nostalgia. Entró en el Consejo Interno en 2010 y fue elegido representante legal en 2013, “ser representante legal es una responsabilidad, pero es un honor representar la Comunidad de Paz al nivel internacional”. Desde entonces asume ese papel con responsabilidad y dedicación hacía su Comunidad. Se convirtió en un defensor de derechos humanos que promueve la vida colectiva, la defensa de los derechos de todos y de todas; me explica la importancia de la necesidad de salir de los esquemas del individualismo “y del imperio” para proteger la tierra, y defender la vida digna.
En el corregimiento de San José de Apartadó, la situación sigue siendo difícil a pesar del Acuerdo de Paz, como en muchas regiones del país, a partir de la salida de las Farc, lo que dejó el territorio en manos de grupos neo-paramilitares[4], especialmente de las AGC, quienes siguen amenazando y hostigando a los pobladores, a las personas que los denuncian, para tener cada vez más control del territorio. La Comunidad de Paz sigue resistiendo y denunciando estos hechos, dejando constancias en su página web[5]. Pero como las AGC intentan controlar el territorio prometiendo llevar el desarrollo en la región, esto genera estigmatizaciones hacía la Comunidad como opositores al desarrollo. Sin embargo, no es lo que comenta la comunidad, puesto que ellos tienen una visión del desarrollo distinto a lo que se está imponiendo en la zona: “que se hace de manera comunitaria, respetando la tierra y el medio ambiente, la vida y los derechos de los que no tienen voz”, como me comenta German, “y sin la participación de actores armados.”
Por el amor a la tierra
Este año ha sido bastante tenso. Después del atentado de diciembre 2017 y de las amenazas permanentes, restringieron los desplazamientos en las veredas, y trabajan mucho la solidaridad dentro de la Comunidad y en cómo pueden hacer llegar sus mensajes de lo que está pasando en la zona. Apenas German volvió a San José, feliz de llevar el premio a “su familia”, volvieron los ataques: un grupo de campesinos y campesinas de la zona invadieron el predio de la Roncona, donde la comunidad tiene cultivo de pan coger y de cacao[6]. El tema de la tierra también es muy complejo y genera muchos conflictos, porque la Comunidad de Paz defiende su derecho a la posesión colectiva, no cree en la propiedad privada individual, y las tierras que usan las han ido adquiriendo a lo largo de sus años de resistencia, entre donaciones y adquisición de baldíos. Tienen el proyecto del cultivo del cacao para poder generar ingresos para la subsistencia de todas las familias de la Comunidad. El 18 de septiembre, German Graciano volvió a recibir una llamada de un presunto neoparamilitar de la zona, amenazándolo[7]: “¿cómo así que nosotros, las víctimas, tenemos que seguir viviendo esas situaciones de amenazas después de tanto tiempo que las sufrimos y a pesar de la paz? Queremos reconciliación, pero como puede haber reconciliación si los que son responsables de estos ataques, esas masacres, siguen delinquiendo”.
Cacao para sembrar vida
La Comunidad de Paz es beneficiaria de medidas cautelares y provisionales de la CIDH por todos los ataques y atentados que han sufrido desde 1997. Recientemente, un líder histórico de la Comunidad, Jesús Emilio Tuberquia, estuvo en Washington para presentar ante la CIDH un informe con una recopilación de todos esos ataques que se dieron a lo largo de los 21 años de resistencia pacífica[8]. Porque la justicia colombiana también les ha decepcionado: existen altos niveles de impunidad[9] sobre los asesinatos que ocurrieron, y sobre la masacre que dejó 8 personas asesinadas, de las cuales 7 eran miembros de la Comunidad de Paz, ocurrida en las veredas la Resbalosa y Mulatos el 21 de febrero de 2005[10]. Pero la esperanza sigue. Mientras German y yo conversamos sobre esos años de resistencia, sobre su vida dentro de la Comunidad, subraya que la Comunidad seguirá, creen, y defenderán siempre su proyecto de vida comunitaria: “no tenemos futuro, tenemos presente, ese dolor que tenemos, no pensábamos que podíamos salir de esto y la convertimos en esperanza y seguimos luchando para esa esperanza, para que no se repita.” También destaca y agradece que si siguen allí es por el respaldo de la Comunidad Internacional, el acompañamiento, pero también su red de apoyo en Europa. Es cierto que a nivel internacional la Comunidad de Paz es ejemplo de resistencia pacífica muy conocido y admirado, para él esa red de apoyo “es una extensión de la familia”. El Premio que ganó, dice, lo valora mucho porque es una protección para la Comunidad, que refleja y respalda su trabajo, su forma de vivir que es comunitaria y solidaria. Y porque permite también visibilizar el proceso a nivel nacional, y que sean escuchados. “Ser Defensor de derechos humanos es un trabajo agotador, y no podemos estar cansados, por eso necesitamos respaldo”, me dice mientras caminamos hacía la capilla para brindar un homenaje a esas víctimas de la resistencia pacífica. [caption id="attachment_10480" align="alignnone" width="1200"] German Graciano y Nathalie Bienfait (PBI)[/caption]
Por el amor a la tierra
Este año ha sido bastante tenso. Después del atentado de diciembre 2017 y de las amenazas permanentes, restringieron los desplazamientos en las veredas, y trabajan mucho la solidaridad dentro de la Comunidad y en cómo pueden hacer llegar sus mensajes de lo que está pasando en la zona. Apenas German volvió a San José, feliz de llevar el premio a “su familia”, volvieron los ataques: un grupo de campesinos y campesinas de la zona invadieron el predio de la Roncona, donde la comunidad tiene cultivo de pan coger y de cacao[6]. El tema de la tierra también es muy complejo y genera muchos conflictos, porque la Comunidad de Paz defiende su derecho a la posesión colectiva, no cree en la propiedad privada individual, y las tierras que usan las han ido adquiriendo a lo largo de sus años de resistencia, entre donaciones y adquisición de baldíos. Tienen el proyecto del cultivo del cacao para poder generar ingresos para la subsistencia de todas las familias de la Comunidad. El 18 de septiembre, German Graciano volvió a recibir una llamada de un presunto neoparamilitar de la zona, amenazándolo[7]: “¿cómo así que nosotros, las víctimas, tenemos que seguir viviendo esas situaciones de amenazas después de tanto tiempo que las sufrimos y a pesar de la paz? Queremos reconciliación, pero como puede haber reconciliación si los que son responsables de estos ataques, esas masacres, siguen delinquiendo”.
Cacao para sembrar vida
La Comunidad de Paz es beneficiaria de medidas cautelares y provisionales de la CIDH por todos los ataques y atentados que han sufrido desde 1997. Recientemente, un líder histórico de la Comunidad, Jesús Emilio Tuberquia, estuvo en Washington para presentar ante la CIDH un informe con una recopilación de todos esos ataques que se dieron a lo largo de los 21 años de resistencia pacífica[8]. Porque la justicia colombiana también les ha decepcionado: existen altos niveles de impunidad[9] sobre los asesinatos que ocurrieron, y sobre la masacre que dejó 8 personas asesinadas, de las cuales 7 eran miembros de la Comunidad de Paz, ocurrida en las veredas la Resbalosa y Mulatos el 21 de febrero de 2005[10]. Pero la esperanza sigue. Mientras German y yo conversamos sobre esos años de resistencia, sobre su vida dentro de la Comunidad, subraya que la Comunidad seguirá, creen, y defenderán siempre su proyecto de vida comunitaria: “no tenemos futuro, tenemos presente, ese dolor que tenemos, no pensábamos que podíamos salir de esto y la convertimos en esperanza y seguimos luchando para esa esperanza, para que no se repita.” También destaca y agradece que si siguen allí es por el respaldo de la Comunidad Internacional, el acompañamiento, pero también su red de apoyo en Europa. Es cierto que a nivel internacional la Comunidad de Paz es ejemplo de resistencia pacífica muy conocido y admirado, para él esa red de apoyo “es una extensión de la familia”. El Premio que ganó, dice, lo valora mucho porque es una protección para la Comunidad, que refleja y respalda su trabajo, su forma de vivir que es comunitaria y solidaria. Y porque permite también visibilizar el proceso a nivel nacional, y que sean escuchados. “Ser Defensor de derechos humanos es un trabajo agotador, y no podemos estar cansados, por eso necesitamos respaldo”, me dice mientras caminamos hacía la capilla para brindar un homenaje a esas víctimas de la resistencia pacífica. [caption id="attachment_10480" align="alignnone" width="1200"] German Graciano y Nathalie Bienfait (PBI)[/caption]
Nathalie Bienfait