El desplazamiento forzado interno es una calamidad global. El IDMC, Centro de Monitoreo del Desplazamiento Interno[1], reporta una cifra cada vez creciente y preocupante que supera de hecho el número de refugiados en el mundo: son 65,6 millones de personas en el mundo desplazadas por causa de conflictos armados, persecuciones, violencias y violaciones de los derechos humanos.[2] Existen varias razones que fuerzan a personas y familias de dejar sus hogares para buscar refugio, principalmente desastres naturales, conflictos armados, violencia. Sin embargo, esta problemática sigue siendo poco visible e insuficientemente abordada. El desplazamiento forzado tiene una multitud de complejos impactos sobre las personas víctimas: en sus condiciones socioeconómicas, en su estado psicosocial y emocional entre otras, pero también numerosos impactos sobre la sociedad en sí.[3]
Esa problemática la conoce muy bien Colombia, como segundo país con más desplazamiento interno: ahora son más de 7,4 millones.[4] El año pasado, a pesar de las esperanzas depositadas en la implementación del Acuerdo de Paz y la desmovilización de la guerrilla de las FARC, siguieron presentándose escenarios violentos de conflicto armado, cooptación de territorios abandonados de las FARC por parte otras estructuras armadas, combates entre la guerrilla del ELN y neoparamilitares, y generación de nuevos desplazamientos forzados. Según el Registro Único de la Unidad de Víctimas, fueron 54.684 personas las que tuvieron que dejar sus casas y tierras para huir de los combates y otros tipos de violencia[5] en el año 2017.
Esta situación, la conoce la ONG británica Christian Aid viene apoyando a la Comisión Interclesial de Justicia y Paz y a PBI desde hace varios años. Por eso, este año ha puesto su enfoque sobre esta tragedia vivida por miles de familias, y realizará una campaña en Mayo para visibilizar historias vividas. Con este propósito una delegación viajó a Colombia. Visitaron el Bajo Atrato y San José de Apartadó con el fin de encontrarse con algunas familias que hoy viven en situación de desplazamiento forzado en Zonas Humanitarias y en la Comunidad de Paz, donde escucharon sus historias. El primer encuentro fue en la finca de la familia de Mario Castaño, en la cuenca de Curvaradó, la misma finca donde Mario fue asesinado el pasado 26 de Noviembre 2017.[6] Diferentes líderes de la vereda La Madre (cuenca de La Larga Tumaradó) vinieron para contar sus vidas, el desplazamiento causado por las diferentes operaciones militares en el Bajo Atrato entre 96-97, y el difícil retorno a sus casas. La mayoría de las personas encontraron sus tierras ocupadas, y empezaron luchas de resistencia para poder recuperarlas.
Entre amenazas y persecuciones, la esperanza de esas familias de volver y recuperar la titulación de sus tierras sigue vigente.[7]
Algunas fotos de este viaje realizado en Urabá en está galería de fotos.
[caption id="attachment_10181" align="alignnone" width="1313"] Enrique Chominja y Justice (Christian Aid)[/caption]
Morna Dick y Nathalie Bienfait