Estas son las historias de algunas personas que, si bien reflejan la heterogeneidad colombiana, están unidas, como pueblo diverso, en el dolor causado por los atropellos del conflicto armado, y en la esperanza de una paz verdadera y duradera.

Líder campesino de Mapiripán, desplazado por los paramilitares en el 2012, William Aljure es vocero de la Red Comunidades Construyendo Paz en los Territorios (Conpaz). “Lo más bonito de vivir en una finca es respirar en un ambiente puro, ese silencio, esa tranquilidad, los loros cantándole a uno desde la ventana a las cuatro de la mañana. Esto es el vivir de todos los campesinos, y para un campesino, que le quiten esto, yo creo que es como desarraigarle a uno el alma”.

A William le mataron nueve familiares, y por aquellos actos horrorosos, todavía no ha logrado obtener justicia. Se ha involucrado a Conpaz para compartir su historia con otras historias similares, y para luchar contra la impunidad. Le han tratado de bruto y loco por querer defender el territorio. Pero esta lucha incansable por la defensa de los derechos humanos, el agua, la tierra, los morichales y las lagunas sagradas, es parte de lo que él llama su “bella locura”. Esta bella locura, también es la de su abuelo, sus padres, Berta Cáceres y todas aquellas personas que han justificado su paso por la tierra.

Delphine y Mario escribieron las historias de la bella locura después de un viaje al río Naya en junio de 2016. En este viaje acompañaron a la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz y conocieron mujeres y hombres indígenas, afrodescendientes y campesinos de distintas regiones de Colombia y pudieron presenciar la apertura de la primera sede de la Universidad de la Paz, una iniciativa que busca generar propuestas para la paz desde los territorios.