Es uno de esos tórridos días de mayo en los que el sol cae sin clemencia sobre Barrancabermeja. El muelle es el único lugar de esta ciudad petrolera donde el calor da un respiro y corre algo de brisa. Embarcamos en la chalupa que nos llevará al Sur de Bolívar con la alegría del que abandona un horno para entrar en la frescura que regala el río. El motivo del viaje no es tan alegre: acompañamos a un equipo de la Corporación Regional para la Defensa de los Derechos Humanos (CREDHOS) que trata de ubicar una fosa entre los montes de San Pablo. Una vez más, una fosa. Allí yacen los restos de un joven que fue asesinado por un grupo armado. Corría el año 2003. O el 2004. En la comunidad no lo saben con certeza. Una vez más, otra víctima del conflicto armado en Colombia. Una vez más, aún nadie ha conseguido identificar a la familia del hombre cuyos huesos quedaron allí. Aunque en este caso se sabe del nombre y de su historia. Es un caso más de las muchas de las familias víctimas de la violencia en el Magdalena Medio. Muchas de ellas todavía viven con la incógnita sobre qué pasó, el por qué y dónde están sus seres queridos. [caption id="attachment_11044" align="alignnone" width="1200"] PBI acompañando al equipo Credhos que está identificando el estado de la fosa[/caption] Magdalena Medio es una de las regiones más afectadas por la desaparición forzada[1]. Mientras dejamos a nuestras espaldas la refinería, pienso en los muertos sin rastro que ha dejado esta ciudad. Pienso en la masacre del 16 de mayo 1998 donde en esta misma Barrancabermeja fueron asesinadas siete personas y 25 más fueron desaparecidas. 21 años después, 17 familias aún desconocen el paradero de sus seres queridos[2]. 82.998. Este es el número de víctimas de desaparición forzada en toda Colombia desde 1958 hasta 2017 registrado por el Observatorio de Memoria y Conflicto del Centro de Memoria Histórica, alertando que existe un gran subregistro. Apenas en el 52% de los casos se sabe quiénes fueron los responsables de estas desapariciones. Más de la mitad se atribuyen a los grupos paramilitares, seguidos por las guerrillas, los grupos posdesmovilización, agentes del estado y agentes de Estado en colaboración con grupos paramilitares[3]. La firma de los Acuerdos de Paz supuso un pequeño rayo de esperanza para estas personas. En los Acuerdos suscritos por el Estado colombiano y las FARC-EP en 2016 se acordó la creación de la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas (UBPD). Su mandato es, desde entonces, dirigir, coordinar y contribuir a las acciones que busquen personas desaparecidas en el marco del conflicto armado en circunstancias de desaparición forzada, secuestro, reclutamiento ilícito y durante hostilidades[4]. La UBPD no es un proyecto menor. En conjunto con la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición, constituye el sistema integral de verdad, justicia, reparación y no-repetición, uno de los pilares del Acuerdo de Paz. CREDHOS, que lleva décadas trabajando por los derechos humanos en la región, se puso manos a la obra. Formó un equipo especializado que se desplaza a los lugares, pregunta, investiga para identificar las fosas comunes. Para la localización de las fosas, Credhos solicita el apoyo de una persona local que conozca bien la zona y la comunidad. Por eso, una vez en San Pablo, subimos en un carro rumbo a una vereda cercana para encontrarnos con Luis Francisco González, de la Asociación de Campesinos del Valle del Río Cimitarra (Acvc-Ran), que nos orientará por el monte. Durante el viaje Luis Francisco nos cuenta cómo era la vida acá durante el conflicto entre los diferentes grupos armados, el miedo que uno tuvo y cómo muchas familias salieron de las veredas para salvar sus vidas. Pocas regresaron. Mientras tanto, la vía asfaltada se convierte en una trocha, que es cortada de vez en cuando por el río Fría, que da nombre a la vereda a la que nos dirigimos. Son unas tres horas subiendo poco a poco el monte hasta que llegamos al caserío. Estoy feliz de poder bajar de la parte trasera del pickup y mover las piernas después de traqueteo de la trocha sin asfaltar. [caption id="attachment_11045" align="alignnone" width="1280"] Yvonne en la caminata[/caption] Ahora empieza la tercera fase de nuestro viaje: la caminata a pie. Los días anteriores hubo muchos aguaceros, así que venimos preparados con botas pantaneras que ahora calzamos. Según información del guía, vamos a caminar monte adentro durante tres horas por la Serranía de San Lucas. Avanzamos rápidamente, al ritmo de un campesino que conoce el territorio como la palma de su mano, respirando el aire limpio que lleva notas de tierra húmeda. Los obstáculos que pone la naturaleza a nuestros esfuerzos exigen total concentración en el aquí y ahora. Cuando el brazo del río, crecido por las lluvias, se cruza en nuestra senda, nuestro guía nos ayuda a elegir las mejores piedras para cruzar a saltos el cauce. Caer y ser arrastrada por el agua es algo en que no había pensado previamente. Caminando los senderos, mis pensamientos vuelan. ¿Cómo va a estar el estado de la fosa? ¿Qué impacto tendrá para la familia una vez identificado los restos del cuerpo? La voz del guía me saca de mis cavilaciones. – Hemos llegado. Una sencilla cruz de madera anuncia que allí yace alguien. Está al lado de la trocha entre veredas, un poco escondida, protegida entre la hojarasca y árboles del bosque. Se escuchan los pájaros y la fuerza del río en la distancia. A primera vista parece que la comunidad misma le dio un entierro ceremonial al joven asesinado. El equipo de Credhos inicia una actividad frenética: se despliegan por la zona, registrando la fosa y confirmando las coordenadas. Una vez que han liberado la fosa de plantas y enredaderas conversamos con Dainer Durango, psicólogo del equipo, bajo la vigilancia de unos monos araña que nos observan desde las copas de los árboles. No es la primera vez que hace esto. Nos explica que sólo gracias a informaciones recibidas por personas y comunidades pueden localizar una fosa. A veces las exhumaciones son complicadas porque las fosas se encuentran en lugares remotos o no tienen signos que permitan saber exactamente donde se enterró el cuerpo. También hay que tomar en cuenta la ubicación, la tierra que indica la rapidez que se descompone un cuerpo, o si hay un río cercano que pudiera haber arrastrado los restos. Para la exhumación es importante que no se dañe nada, y por eso hay que tomar en cuenta cómo fue enterrado el o los cuerpos, en qué posición... [caption id="attachment_11042" align="alignnone" width="1200"] Andrés Ortiz registrando las coordinatas de la fosa[/caption] Pero el trabajo no termina acá. Al contrario, no ha hecho más que empezar. Falta una exhumación meticulosa y la identificación del cuerpo, que es un proceso lento y a veces infructuoso. Durante la antigua jurisdicción de la Justicia y Paz, que investigó y juzgó los crímenes de los paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), fueron encontrados 9.410 cuerpos sin ninguna identificación en fosas comunes o enterrados casi clandestinamente en cementerios. De 3.000 de esos cuerpos aún no se sabe nada[5]. La dificultad fundamental tiene que ver con el acceso a los registros de ADN de familiares sobrevivientes e informaciones clave que sólo los parientes pueden proporcionar, como por ejemplo si fumaba, qué ropa tenía puesta, si tenía tatuajes, etc., preguntas que no hacían los investigadores[6]. El próximo paso para Credhos será encontrar a la familia, que se desplazó hace años de la región. Cuando reciban la aprobación, solamente entonces y después de entrevistarla, contactarían el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) para que su equipo especializado de antropólogos forenses se encargue de la exhumación, acompañado por Credhos. Pregunto a Dainer si la familia estaría presente en la exhumación, y responde que eso depende de la familia, porque es una situación llena de dolor que tiene un coste emocional. [caption id="attachment_11043" align="alignnone" width="1200"] Dainer Durango explica el proceso de registración de una fosa y de la exhuminación[/caption] Con esas primeras informaciones recogidas dejamos la fosa a nuestras espaldas y regresamos. El sol se está poniendo ya, y es demasiado tarde para poder bajar del monte antes de que caiga la noche. Luis Francisco nos invita a pasar la noche en su finca, próxima a la fosa, donde recibimos comida y un sitio para dormir. Afuera, en la oscuridad, queda el bosque que lo rodea todo. El mismo bosque que guarda esta historia, que es también la historia de muchos....como el bosque guarda su historia
Yvonne Furrer