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La solidaridad internacional

La solidaridad internacional

- “Oiga, ¿y usted de dónde es?” - “Soy de un departamento que se llama Extremadura, queda en el suroriente de España, ¡como si fuera el Valle del Cauca!, y  hace frontera con Portugal”. - “Ah, mirá, ¿entonces está cerca de Barcelona?” - “¡Nooo, nada, estamos a la otra punta!”
Así suelen comenzar siempre las conversaciones tenidas en Colombia por quienes tienen curiosidad por mi acento. Casi nadie ha oído hablar antes el nombre de Extremadura, a todo el mundo le suena fuerte eso de “extrema” y “dura”, así que siempre me muestro motivada en explicarles el origen de esta palabra pentasílaba que de primeras genera rareza. En esas aclaraciones suelo meter algún detalle de quiénes formamos esta región y a qué nos dedicamos -perdonen si les suena a patriotismo rancio-, pero es que es hablar de mi tierra y de su gente y se me ensancha el alma, como bien dice el grupo placentino[1] Extremoduro en alguna de sus letras[2]. La distancia te permite eso, verlo todo con más perspectiva y darte cuenta de que los detalles que in situ no aprecias adquieran relevancia y volumen, especialmente si te encuentras en zonas rurales colombianas que me recuerdan a las de mi región y que me hacen sentir orgullosa de mis orígenes: muy vinculados a la tierra. A pesar de que es un territorio humilde y “pobre” como la tildan casi todos los índices numéricos que miden el bienestar de un territorio en función sólo de su desarrollo económico -y que indican que cuantos más números dizque se es mejor-, desde Extremadura se le sigue apostando al compromiso que como ciudadanía hay con los pueblos del mundo, tanto hacia afuera como hacia adentro puesto que también es tierra de acogida de personas migrantes, incluso colombianas. El momento histórico por el que ahora está pasando Colombia con un Acuerdo de Paz recién firmado y otro que esperemos venga en camino, ha sido la prioridad para colaborar que se ha evidenciado estos días. Ángel Calle, el director de la Agencia Extremeña de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aexcid) lo expresaba bien: “Extremadura no va a mirar para otro lado con las víctimas de los derechos humanos”. Lo decía en Bogotá, mientras escuchaba a integrantes de organizaciones a las que PBI acompaña y yo, por dentro, volví a sentir esos orígenes humildes y solidarios de los que provengo. A Calle se le notaba con interés de ver, escuchar y sentir de primera mano las necesidades que las comunidades del pueblo colombiano necesitan con el fin de trabajar con ellas desde el cargo político que ahora ocupa en la Junta de Extremadura. Y las necesidades no son únicamente monetarias, no, son también políticas. Desde los gobiernos locales, regionales y estatales se hace prioritario que se conozcan las muchas realidades que padecen las comunidades más empobrecidas. Las de Colombia no pasan por su mejor momento, incluso en tiempos de postacuerdo, como señalan todos los análisis de derechos humanos recientes, y es por ello que el acompañamiento internacional y la observación desde todos los puntos de vista son necesarios que se hagan más evidentes y cojan aún más fuerza. ¿Por qué no conversar directamente con las asociaciones campesinas, con los jóvenes que ya ocupan puestos de liderazgo en sus barrios, con las comunidades afrocolombianas, con las lideresas indígenas, con periodistas que ejercen su profesión a duras penas para alguna radio comunitaria, con las mujeres víctimas de la violencia…? Como bien decía Katrine Ringhus, una compañera de PBI presente en esa reunión, “el intercambio es oro”. Y es que gracias a ello se puede obtener la más real y certera radiografía para un análisis responsable de lo que ocurre en Colombia si de verdad se quiere cooperar, que no es otra cosa que trabajar de la mano sumando esfuerzos hacia una misma dirección. PBI, en su trabajo de acompañamiento integral (físico, político y psicosocial), genera vínculos para que estos compromisos de una parte y de otra se puedan materializar, con el fin de que la incidencia se realice con esos datos que sólo los maneja la gente, desde sus veredas y fincas, desde sus Juntas de Acción Comunales y sus continuas reuniones, desde la tierra que respetan y siembran, desde las escuelas rurales… “Los medios sólo cuentan la información de un solo lado y en esta línea sí necesitamos colaboración, feedback, argumentos políticos, jurídicos y estudios sobre el cumplimiento de los Acuerdos, para seguir insistiendo en la importancia de acompañar a Colombia en esta fase de camino hacia la paz en la que está”, explicaba Calle con mucho detalle. El sofá y el tintico[3] de media tarde nos atrapó durante un par de horas en las que la delegación extremeña escuchaba atenta las delicadas explicaciones de las organizaciones colombianas. Nos levantamos con entusiasmo porque, aunque el camino se presenta incierto y del futuro poco sabemos, hay mucho que construir en conjunto. Ése fue el compromiso, no dejar esta ocasión en la que ya nos pusimos rostro y seguir apostando por las transformaciones reales desde la nutrición de dos pueblos, Extremadura y Colombia, que aunque lejos en lo geográfico presentan muchas señales para hermanarse. Han pasado unos días de este encuentro y ahora desde una profunda y compleja vereda de la región de Antioquia lo recuerdo mientras, otra vez, alguien con atuendo campesino quiere saber de dónde vengo y por qué elegí Colombia para estar.
- “Vengo de un departamento que se llama Extremadura, queda en el suroriente de España, ¡como si fuera el Valle del Cauca!, y  hace frontera con Portugal”.
Y mientras repito casi como un mantra tal retahíla, él me sonríe y pregunta con su peculiar acento paisa[4]: “¿qué vaina tan importante esto de la solidaridad internacional, cierto?”.
Silvia Arjona Martín

Notas de pie:
[1]Natural de la ciudad de Plasencia, situada en la provincia de Cáceres, al norte de Extremadura. [2]Extremoduro: Ama, ama, ama y ensancha el alma, del disco Deltoya. 1992. [3]Al café en Colombia se le llama popularmente “tinto” por el color oscuro que tiene. [4]La cultura paisa se le llama a la que procede de la región de Antioquia y que incluye la parte de los Andes del país. Su acento es muy peculiar y característico. En la foto: Maite (PBI), Silvia (PBI), Erika (Cpdh), Katrine (PBI), Jorge Molano (DhColombia) con dos personas de Extremadura, España.