Estas son las historias de algunas personas que, si bien reflejan la heterogeneidad colombiana, están unidas, como pueblo diverso, en el dolor causado por los atropellos del conflicto armado, y en la esperanza de una paz verdadera y duradera.
Nacido en el resguardo indígena Eperara Siapidara del río Naya, José Vianney Chirimía Dura recuerda aquella época cuando tuvo que huir de su territorio: “en abril de 2001, se escuchaba que los paramilitares venían bajando, matando a quienes encontraban en su camino”. En medio del temor, toda la comunidad huyó hacia Buenaventura. Cuando a los ochos meses volvieron, se había perdido prácticamente todo: “Con el susto uno no lleva nada. Cuando volvimos, algunas casas se cayeron, las semillas y los animales se murieron”.
Con el tiempo la comunidad se ha venido reconstruyendo. José, además de ser muy dinámico en el trabajo organizativo, es un excelente navegador; sabe leer el río y el mar hasta el más mínimo detalle. Consciente de que la gran riqueza natural de su territorio lo ha convertido en una zona codiciada por intereses económicos transnacionales, aspira a que las comunidades del Naya sigan defendiendo unidas sus derechos territoriales.
Delphine y Mario escribieron las historias de la bella locura después de un viaje al río Naya en junio de 2016. En este viaje conocieron mujeres y hombres indígenas, afrodescendientes y campesinos de distintas regiones de Colombia y pudieron presenciar la apertura de la primera sede de la Universidad de la Paz, una iniciativa que busca generar propuestas para la paz desde los territorios.