Siempre es un momento de mucha emoción. Ese día, apenas uno entra en “La Holandita”, asentamiento principal de la Comunidad de Paz de San José de Apartadó se impregna de la memoria y energía de Luis Eduardo, Bellanira, Deiner, Alfonso, Sandra, Natalia, Santiago y Alejandro, y esa energía nos acompaña a lo largo del camino de esta conmemoración.
[caption id="attachment_11851" align="alignnone" width="1110"] Las ocho víctimas, de izquierda a derecha: Alejandro, Santiago, Natalia, Sandra, Alfonso, Luis Eduardo, Bellanira y Deiner[/caption]
Quince años pasaron ya desde ese terrible 21 de febrero[1] de 2005. Para esta ocasión la Comunidad de Paz invitó a varias instituciones internacionales y miembros del cuerpo diplomático para que puedan escuchar la memoria y las historias desde el territorio donde ocurrió la tragedia y para que puedan sentir esa energía. Las veredas de Mulatos y La Resbalosa, donde ocurrió la masacre, se encuentran a unas seis o siete horas de camino en las bellas montañas de San José de Apartadó, por lo que inició la peregrinación con un acto de memoria en La Holandita[2].
[caption id="attachment_11840" align="alignnone" width="1200"] Miembros de la Comunidad de Paz junto con representantes de las Embjadas de Alemania y el Reino Unido y de la Misión II de las Naciones Unidas[/caption]
Durante la primera jornada llegaron representantes de las Embajadas de Alemania y del Reino Unido, junto con una delegación de la Misión II de la ONU. También estuvo presente una delegación de la Alcaldía de Westerloo, una ciudad belga que apoya la Comunidad de Paz desde 2008. Nos reunimos en el kiosko donde Germán Graciano, representante legal de la Comunidad de Paz, da inicio al acto recordando la importancia de la memoria, este trabajo que realiza la Comunidad de Paz para nunca olvidar la persecución y ataques a las personas valientes que se unieron a este proceso para rechazar el uso de la violencia y presiones de los actores armados para vincularlos a un conflicto armado que ellos y ellas no querían, con el cual no se identificaban. La Comunidad de paz lucha por sus tierras y su derecho al territorio y a sus recursos naturales, pero nunca por medio de la violencia.
El Padre Javier Giraldo, quien ha acompañado a la Comunidad de Paz desde sus inicios, está presente y lleva la camisa que imprimó la Comunidad de Paz para esta peregrinación. Recuerda todo el camino que ha hecho la Comunidad de Paz, su resistencia y resiliencia, y los años terribles que han vivido desde que se unieron y se declararon neutrales bajo el nombre de Comunidad de Paz. La masacre conmemorada supuso un punto de no retorno que transformó a la Comunidad de Paz para siempre. De ahí en adelante rechazaron el diálogo con un Estado[3] que no les dejaba vivir en paz, que no escuchaba sus peticiones de justicia y de protección. Además, después de la masacre fueron señalados de ser guerrilleros por el gobierno[4]. También se desplazaron e instalaron en “La Holandita”. Tuvieron que dejar el casco urbano de San José de Apartadó ya que se había instalado el puesto de policía en San José y la Comunidad rechazaba la convivencia con actores armados. La Comunidad de Paz apostó por otro modelo de vida y resistencia en medio de la violencia, y siguió siendo una comunidad muy unida.
El abogado defensor de derechos humanos, Germán Romero, también estuvo presente durante el acto. Tomó la palabra y recordó el difícil camino de verdad y justicia que empezó luego de haber descubierto los cuerpos mutilados de los seres queridos de la Comunidad de Paz. Recordó a Luis Eduardo Guerra, su gran líder histórico, su familia, los cuatro menores de edad que no tenían nada que ver con el conflicto armado. Ha habido avances, es cierto. El año pasado se supo de una condena de la Corte Suprema de seis soldados que habían participado en esta masacre[5]. Pero la Comunidad de Paz no entiende que este caso fuera aceptado en la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP)[6]. Para ellos y ellas esta masacre no ocurrió en el marco del conflicto armado, sino en el marco de la persecución en su contra por haberse declarado neutrales ante el conflicto armado.
El otro problema que está enfrentando la Comunidad de Paz hoy en día, que también querían explicar a la comunidad internacional, tiene que ver con la propiedad de sus tierras comunitarias. Algunas fueron regaladas hace 20 años y otras eran baldíos donde se instalaron y empezaron sus cultivos de cacao y pancoger. Una de estas tierras es la Aldea de Paz “Luis Eduardo Guerra” en la vereda de Mulatos. Un pequeño territorio que se convirtió en un lugar sagrado para ellos y ellas, desde el momento en que encontraron los cuerpos descuartizados de Luis Eduardo, su compañera Bellanira y su hijo de 11 años, Deiner. Tres meses después de los hechos, miembros de la Comunidad de Paz volvieron a este predio, cortaron unos árboles y construyeron una capilla de madera en el sitio exacto donde estaban los cuerpos. Luego poco a poco construyeron unas casas, la biblioteca y una escuela con el nombre del destacado líder, un kiosko... Delimitaron el predio con sus vallas, y se reúnen a menudo aquí para las peregrinaciones anuales, para sus asambleas, entre otras actividades. Este año terminaron la cúpula en el sitio preciso donde encontraron los cuerpos, donde el Padre Javier Giraldo realiza las misas de conmemoración. Quitar ese pequeño terreno sería un nuevo golpe grave y difícil de entender para la Comunidad de Paz[7].
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Después de las presentaciones, la Comunidad de Paz organizó una caminata hasta el sitio donde se declararon Comunidad de Paz el 23 de marzo de 1997, en San José de Apartadó. Los niños y niñas lideraron la caminata, con pancartas pidiendo justicia para los dos niños y la niña asesinados aquel 21 de febrero de 2005, y también con mensajes reivindicativos sobre su derecho al territorio y a los recursos naturales frente a intereses económicos: “No a la minería”, “Aire puro”, “Derecho al agua y a la vida”. Es difícil de creer que quieran destruir de nuevo un ecosistema[8], como el de las montañas selváticas de San José de Apartadó, un tesoro de la naturaleza. ¿Será esta la razón por la que les quieren arrebatar la Aldea de Paz? ¿o será un nuevo acto para borrar la memoria de la Comunidad de Paz? Los últimos tiempos nos han mostrado que guardar, reconocer y valorar la memoria no conviene a todos y todas… Parece que todo tiene que ser una lucha, pero la Comunidad de Paz no se rinde.
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Esta primera jornada terminó con palabras de reconocimiento de los invitados e invitadas y un almuerzo comunitario. Luego empezaron los preparativos para el día siguiente donde acompañamos a la Comunidad de Paz a Mulatos y a La Resbalosa.
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Viaje a Mulatos
El camino a Mulatos es un poco difícil, se suben varias lomas bajo el sol tropical urabense pero se disfruta de un paisaje único: una selva abundante de un verde todavía preservado. Uno de los belgas quienes acompañan esa caminata me comenta que es uno de los paisajes más bello que ha visto. Algunos y algunas están en mula y otras personas van a pie. Después de la subida de unas dos horas empieza la bajada, un poco más fácil. Para los acompañamientos en veredas, PBI compró una mula que compartimos entre las brigadistas acompañantes. Se llama Tostao, es un mulo un poco terco pero cariñoso. Se para cada rato para comer pero con un pequeño grito sigue el camino. Las mulas conocen el camino de corazón y se mueven ágilmente en los caminos entre piedras y barro. La travesía puede resultar un poco impactante para quienes no están acostumbrados a viajar en mula por caminos tan estrechos. Pero los miembros de la Comunidad de Paz están acostumbrados, desde que caminan montan a caballo, así que nos apoyan y cuidan. [caption id="attachment_11842" align="alignnone" width="1200"] Tostao[/caption] Ese día llegamos a Mulatos a las 4 de la tarde, nos reciben con una limonada preparada. Nos instalamos, montamos nuestras hamacas y luego cenamos juntos. Los cielos de Mulatos, son de estos cielos que iluminan con sus miles de estrellas -que ya no alcanzamos a ver en los centros urbanos- y las acompañan bailes de luciérnagas. Al escuchar los grillos, al no tener señal, en este espectáculo uno se reconecta con su presente y vive cada minuto intensamente. Dormimos temprano porque siempre madrugamos con los primeros minutos de sol. El día siguiente es el 21 de febrero. A las 7.30 de la mañana, hora aproximada de la primera masacre -la de Luis Eduardo y su familia- el Padre Javier Giraldo inicia la misa. Han preparado un altar en la nueva cúpula. El Padre Giraldo recuerda los hechos: Luis Eduardo, habitante de San José, estaba en Mulatos recogiendo cacao para venderlo y conseguir algo de dinero para pagar un tratamiento a su hijo Deiner, víctima de una mina antipersonal que quitó la vida a su madre y dañó su pierna. Caminaban por el río cuando, según testimonios de militares y paramilitares condenados[9], unos militares salieron de los bosques donde se escondían, los detuvieron y forzaron a subir por las orillas del río hacia el bosque donde los asesinaron a golpe de machetes. El Padre Javier recordó a Luis Eduardo Guerra como el gran líder autodidacta de la Comunidad de Paz que pasaba su tiempo libre leyendo y formándose y sabía cómo defenderse basándose en el derecho internacional humanitario[10]. Recuerda el Padre Giraldo, aquellos días, cuando Gildardo, líder histórico de la Comunidad de Paz, lo llamaba cada dos horas para decirle que todavía no tenían noticias de Luis Eduardo y que estaban preocupados porque pensaban que podía haberle pasado algo grave. Rápidamente el Padre Giraldo se organizó y viajó a San José de Apartadó. Se realizó una misión humanitaria, compuesta por más de 100 personas y acompañantes internacionales. En aquel momento Mulatos estaba casi inhabitada. Los combates entre actores armados habían atrapado a los pobladores y forzado a dejar sus tierras y pertenecías. Pero como mencioné anteriormente, después de esta masacre, la Comunidad de Paz, volvió a la vereda y construyó la Aldea de Paz. Después de esta emocionante primera misa, la delegación sube a la vereda La Resbalosa, a una hora y pico de caminata, subiendo aún más a través de la selva. Nos encontramos en la casa de la familia de Alfonso Bolívar, abandonada y derruida, otro lugar simbólico y sagrado para la Comunidad de Paz. A unos 100 metros de allí está la capilla de madera donde nos reunimos para la segunda misa. A las 12 del mediodía, hora de la segunda masacre, empieza el Padre Giraldo a contar lo que ocurrió ese día. La capilla fue construida en el lugar donde encontraron los cuerpos descuartizados de toda la familia, enterrados en una fosa, a los pies de un árbol de cacao. Durante el recuento de los hechos, Doña Brígida, sentada a mi lado, se encuentra desconsolada. Si los años ayudan a cicatrizar algunas heridas, esta sigue estando muy viva. Aún no entienden por qué asesinaron a los niños y a la niña. Robert, voluntario de PBI en la época que acompañó la misión de verificación, vino para la conmemoración y también compartió sus recuerdos de aquel día que lo marcó para siempre. La emoción nos inunda. Después de las oraciones y las lecturas de textos. Los niños y niñas comparten unos cantos escritos en memoria de las víctimas. Germán Graciano termina el acto con unas palabras sobre el trabajo de la Comunidad de Paz para conservar la memoria, rechazar la violencia y resaltar la importancia que tiene para la Comunidad conservar la Aldea de Paz para seguir haciendo sus rituales de memoria, que consideran primordiales para la no repetición de los hechos. En la bajada tengo el honor de dialogar con el Padre Javier Giraldo que comparte sus recuerdos. Recuerda que aquel 21 de febrero la Fiscalía no pudo llegar ya que el Ejército denegó el uso del helicóptero. Rememora la lucha por la dignidad de las víctimas luego de que fueran señaladas de ser parte de la insurrección -lo cual era totalmente falso-. El Padre tiene ya más de 70 años y camina por las montañas de San José mejor que nosotras, lleno de una energía incomparable e inspiradora. Volvemos a bajar a Mulatos en silencio. Compartimos la última cena comunitaria de esta peregrinación y unos cantos alrededor de una fogata. A pesar de los golpes, la Comunidad de Paz se mantiene esperanzada, alegre y sobre todo unida y firme con sus principios. Ver galería de fotos aquíNathalie Bienfait[caption id="attachment_11850" align="alignnone" width="1200"] Nathalie (PBI) con el Padre Javier Giraldo y German Graciano (representante legal de la Comunidad de Paz)[/caption]