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“Los derechos humanos siempre estarán en disputa”: Olga Araújo

“Los derechos humanos siempre estarán en disputa”: Olga Araújo

Olga Araújo es una lideresa y defensora de Derechos Humanos, miembro de la Junta Directiva de la Asociación para la Investigación y Acción Social (Nomadesc), una organización de derechos humanos dedicada a asesorar y acompañar a organizaciones sociales, sindicales, cívicas, de mujeres, indígenas, afrodescendientes y campesinas. PBI lleva acompañando a Nomadesc desde 2011 en este trabajo incesante a favor de los colectivos que se encuentran en una situación de mayor vulnerabilidad en el suroccidente del país. Cuando le preguntamos qué es, para Olga, ser una persona defensora de derechos humanos, nos dice: “es responder a una convicción personal ligada al desarrollo de una sensibilidad humana por achicar las situaciones injustas desarmonizantes que impiden la vida digna. Esto implica un compromiso voluntario para lograr el establecimiento de acciones, relaciones justas y equitativas en las sociedades establecidas. En otras palabras, considero que ser defensor/a de Derechos Humanos es ser un sujeto político que media el pulso entre quienes han adquirido la responsabilidad de garantizar y salvaguardar las conquistas de los Derechos Humanos de los pueblos [los Estados] y aquellos colectivos e individuos que les exigen garantías para alcanzar una vida digna”. [caption id="attachment_10603" align="alignnone" width="5472"]Olga3 Olga Araújo, Berenice Celeyta (Nomadesc) charlando con Ana Ochoa (PBI)[/caption] Pero desarrollar dicha mediación en Colombia significa ubicarse en un intersticio tremendamente peligroso a día de hoy. Según la Defensoría del Pueblo, desde la firma de los acuerdos y hasta el fin del anterior Gobierno de Juan Manuel Santos, 311 líderes y lideresas sociales, mujeres y hombres que, como Olga, realizan esta labor de salvaguarda y conquista de derechos, fueron asesinados[1]. Una cifra ciertamente alarmante y descorazonadora que, sin embargo, no deja de aumentar: durante los tres meses que lleva el nuevo gobierno de Iván Duque Márquez, esta cifra ya ha alcanzado los 343 asesinados en el país, dejando el suroccidente colombiano -donde Nomadesc realiza su trabajo- como una de las zonas que más asesinatos de líderes y lideresas ha sufrido[2].
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Este retrato que se perfila como una amenaza a todo aquél que trate de interponerse en el camino de la injusticia, contrasta con la fuerza, la pasión y la claridad con la que Olga habla de los motivos que pueden llevar a alguien a dar ese paso y ocupar un lugar tan complejo: “Los derechos humanos siempre estarán en disputa”, dice con contundencia; “los derechos humanos han sido conquistas legítimas de los pueblos y estas conquistas deben ser valoradas y protegidas porque es el legado para las generaciones venideras. Si bien la labor de ser defensora o defensor de derechos humanos es una opción personal, debe haber quienes mantengan vivo ese legado para mantener su existencia, defensa y protección. Pienso que, al igual que el educador popular, el defensor de derechos humanos no nace, se hace. Se hace desde la convicción, desde la acción, desde la palabra; elementos esenciales que expresan la sensibilidad para proteger la vida. Pero no cualquier vida; sino la vida con dignidad. Es allí donde ser defensor/a de derechos humanos adquiere significado, resaltando su contribución para el establecimiento de la democracia y la paz en el mundo.” Olga1 Esta labor por el mantenimiento del legado histórico de los pueblos en la búsqueda de su vida digna es, como decíamos, sinónimo de un riesgo incalculable en Colombia. Por ello, añade Olga, “considero que tener el reconocimiento y garantías para realizar nuestra labor se convierte en la esencia de nuestro accionar”. Desde su punto de vista, “la exigencia de garantías y respeto a los derechos humanos se convierte en una disputa entre quienes los reclaman y exigen; y quienes los niegan y violan. Dicha situación nos pone de tajo en una condición de riesgo y vulnerabilidad dada la realidad de un país como el nuestro donde las violaciones a los derechos humanos son el pan de cada día y donde la acción y papel de los defensores y defensoras de derechos humanos no es reconocida ni se le da el estatus de ser sujetos que contribuyen a la sociedad, la democracia y la paz. Por el contrario, las personas defensoras somos consideradas una amenaza para el statuquo”. [caption id="attachment_10600" align="alignnone" width="1200"]100320 Cali Laura Nägele con Berenice Celeyta y Olga Araújo de NOMADESC_blog Olga Araujo y Berenice Celeyta acompañadas por Laura Nägele (PBI) en Cali, marzo 2010[/caption] En un contexto de violencia como el colombiano, además de la situación de vulnerabilidad al que están sometidas las personas defensoras hay que sumarle la condición de ser mujer, la cuál, añade, supone “un matiz que profundiza el riesgo a la vida y la integridad, porque las violaciones de derechos humanos están profundamente enraizadas en la cultura machista y patriarcal”. Y concluye, “en este sentido, como parte de una organización defensora de derechos humanos como Nomadesc, siento que el riesgo en que desarrollamos nuestra labor encarna las condiciones en que se disputa la existencia, respeto, exigencia y protección de los derechos humanos”.
Adrián Carrillo
Notas de pie:
[1]El Espectador: Las medidas del Estado para proteger a los líderes sociales, 10 de Julio de 2018 [2]El Tiempo: Las claves: Cauca. El departamento con más líderes sociales asesinados, 03 de septiembre de 2018