Desde PBI hemos venido hablando de nuestra idea del círculo de protección, de cómo protegernos implica tener en cuenta muchas dimensiones de los impactos de las violencias: la dimensión espiritual o de sentido, la dimensión psicoemocional o corporal, la dimensión grupal-relacional y, ahora, queremos hablar de la dimensión territorial o de proyecto. Queremos hablar de cuanto es importante proteger lo que estamos reivindicando o defendiendo: nuestro territorio en paz, el acceso a la justicia, la construcción de una verdad que vaya de la mano con lo vivido por las personas violentadas, una vida libre de violencias. Deseamos construir mundos nuevos o, mejor dicho, ampliar los mundos bellos que ya existen y queremos que lleguen a todo el mundo. Eso nos lleva a organizarnos colectivamente y defender lo que consideramos sea fundamental para la vida.
Defender la vida en contextos de tanta violencia es un ejercicio difícil, que implica mucha fuerza, perseverancia y amor. Lleva a las defensoras de derechos humanos y a las comunidades a vivir grandes retos en sus vidas: incertidumbres, violencias, separación de sus familiares, desplazamientos… Y a tomar, necesariamente, medidas de autoprotección que les permitan seguir con su labor de defensa de los derechos, cuidando sus vidas y la vida de la gente de su alrededor. Hay muchas medidas que podemos tomar para proteger nuestros proyectos y nuestros territorios, y a nosotras como parte de ellos. Esas medidas nos permiten protegernos ante un agresor externo y proteger nuestras casas y oficinas, nuestros lugares espirituales, protegernos en los momentos de viajes y en las actividades concretas de denuncia pública.
¿Cuáles te vienen a la mente? Hoy queremos nombrar algunas medidas que nos parecen muy importantes:
- Protocolos escritos y revisados periódicamente. Es importante darnos el tiempo para compartir, conversar y analizar en qué contexto nos encontramos, qué riesgos enfrentamos y qué medidas podemos construir para protegernos. Es importante que este proceso sea colectivo, con toda la gente de la comunidad o de la organización, para que sea conocido y apropiado por todas, pero, también, construido desde las necesidades y percepciones de seguridad de todas. Los protocolos no son documentos escritos para ser guardados en un cajón, son todo aquello que hacemos para generar hábitos personales y colectivos que nos permitan realizar nuestras actividades de maneras más seguras. Si no los tenemos o no los conocemos, las personas suelen reaccionar de manera individual, o no premeditada, en contextos de estrés, y eso puede ocasionar mayores niveles de riesgo. Sí, lo sabemos, la palabra “protocolo” no suena muy chévere, pero, en nuestra experiencia, tenerlos nos hace sentir mucho mejor.
- Modelos de protección propios y colectivos. Las guardias indígenas, las guardias cimarronas o las guardias campesinas se muestran como una propuesta de protección colectiva muy interesante y útil para algunos territorios. Que haya un grupo de gente que, desde lugares no armados y no violentos, cuidan y observan el territorio, ayuda a responder de manera colectiva, partiendo de los valores y de la cosmovisión propia de cada territorio. Lejos de que la seguridad tenga que estar vinculada a las armas, la violencia o a una gestión ajena, estas propuestas comunitarias buscan hacer de la seguridad una propuesta de bienestar y de resistencia.
- Nuestras casas personales y oficinas son importantes. Son los lugares donde nos juntamos, creamos y descansamos, los lugares donde pasamos más tiempo. Es muy importante tomar medidas para protegerlas, ya que cuando son vulneradas, no solo sentimos la inseguridad cuando nos encontramos en el lugar concreto, sino también es difícil seguir identificándolas como un refugio. Es importante construir casas y oficinas cómodas, agradables y seguras ante posibles riesgos, ya que son lugares estables y fácilmente identificables.
- La red de apoyo también es fundamental. Ante cualquier situación de violencia, la red de apoyo nos permite reaccionar, ponernos a salvo, denunciar públicamente y que una comunidad más amplia pueda poner la mirada sobre nosotras. No solo tenemos que autoprotegernos, también podemos construir relaciones de solidaridad y confianza que nos puedan apoyar cuando sea necesario. ¡No estamos solas!
- Somos el territorio que nos rodea. Cuidar la naturaleza, entendiendo que no es algo ajeno a nosotras, sino que es la gran casa donde vivimos, es muy importante. La soberanía alimentaria, la reforestación, el cuidado de los ríos también son medidas de autoprotección.
Porque, como solemos decir, lo que creamos y construimos para el bienestar colectivo, nos protege, entonces también nosotras tenemos que proteger todo lo que nos hace sentir bien. Buscar la reciprocidad con la naturaleza, la solidaridad con otras comunidades y construir herramientas desde nuestra manera de estar en el mundo, son las medidas de autoprotección más potentes, pero también las medidas para expresar y construir ese mundo bello que llevamos en nuestros corazones.
PBI Colombia