En el resguardo Pichimá Quebrada, ubicado en el Litoral del Bajo San Juan, existe la abundancia. Están las plantas medicinales para curar a personas enfermas, los frutos y cosechas para saciar el hambre, el agua para consumir, casas espaciosas para cada familia y los sitios sagrados del pueblo Wounaan que desde tiempos inmemoriales habita en la zona.
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Ante la violencia y el enfrentamiento armado que tuvo lugar en la zona a inicios de junio[1], la comunidad tuvo que tomar la decisión de dejar este resguardo y desplazarse a Santa Genoveva de Docordó para salvaguardar sus vidas. No ha sido la primera vez, en al año 2016 también tuvieron que desplazarse debido a enfrentamientos entre actores armados ilegales, pero si la más dolorosa por todo lo que vivieron ese domingo de junio y las dificultades que siguen teniendo[2], según han hecho del conocimiento público en la Misión de Verificación impulsada por la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz.
Al día de hoy, 417 personas Wounaan de todas las edades viven en condiciones de hacinamiento, sin acceso a los servicios básicos y distribuidas en tres albergues del poblado[3]. Durante una reunión con la comunidad, un representante señaló que “en esta situación de desplazamiento estamos pasando momentos difíciles, sobre todo las mujeres, niñas y niños. Se está afectando nuestra salud, la educación y nuestras tradiciones, mismas que no estamos continuando aquí, fuera de nuestro territorio. Hay cosas que se han cumplido, pero no son las suficientes. Queremos la presencia de instituciones con competencia para que cumplan con sus compromisos a nosotros, como comunidad desplazada, y podamos regresar a nuestro territorio. No queremos que esto vuelva a pasar, como en nuestro primer desplazamiento en 2016, que regresamos sin garantías de seguridad”.
Además de verificar las condiciones en que vive el pueblo Wounaan en Docordó, la Misión de Verificación acompañó el regreso de representantes de la comunidad al Resguardo de Pichimá Quebrada, al cual volvían por primera vez desde junio, donde hasta el día de hoy se pueden ver los impactos del enfrentamiento: árboles atravesados por las balas, casquillos y restos de artefactos explosivos. Así como los impactos que a simple vista no se ven: las cosechas arruinadas, la tierra llena de maleza y un grupo de perros domésticos que han sobrevivido, esperando impasibles el retorno de las personas a su comunidad.
“No podemos dejar a la madre tierra sola. Ella y los bosques están acostumbrados a nosotros y están tristes”, señalaron personas Wounaan en la visita. “Este es nuestro territorio y no queremos abandonar a nuestra madre tierra, nuestros sitios sagrados. Al no estar en nuestro resguardo se ha afectado nuestro sistema de gobierno. Es difícil reunirnos y eso daña a la autoridad. Queremos regresar y queremos un plan de retorno que nos garantice que esto no volverá a pasar”.
“Si hay acuerdo de paz para Colombia ¿Por qué sigue pasando esto? Nos gustaría que los políticos y senadores vean esto. Nosotros somos los pulmones de Colombia y de otras naciones. Cuidamos el aire. Pero ellos no están tomando en cuenta esto si siguen permitiendo que se desplacen a los indígenas y campesinos”.
Santiago Mera, de la CIJP señaló: detrás de las organizaciones que asistieron a la Misión de Verificación hay muchas personas, de muchos países, que ahora sabrán que el Resguardo Pichimá Quebrada existe y lo que ha pasado. “Su testimonio como comunidad desplazada es un recordatorio de que la guerra sigue y les afecta”, puntualizó.
Laura Carrasco