En la Concepción los niños están hechos de otra pasta, como se suele decir: corren sin zapatillas, saltan sobre un río lleno de vida y trepan a los árboles para coger pequeñas goyavas verdes que mastican arriesgando los dientes. Estar entre ellos puede reconectarte casi instantáneamente con algo que quizás ya hayamos perdido todas nosotras y nosotros, algo cuyo valor es realmente incalculable. Quizás parezca que estamos haciendo un dibujo, una caricatura que peque de cierto romanticismo del que históricamente se ha abusado demasiado.