“La abuelita puede volar”, grita la pequeña Valentina* que corre tras su cometa, que lleva estampado el rostro de una mujer joven, su abuela Nydia Erika Bautista. La cometa se levanta, vuela y se cae varias veces hasta que se rompe y toca pegarla con una cinta gruesa para levantarla nuevamente. Al lado de Valentina, corren otras mujeres y hombres también con cometas que llevan rostros impresos que vuelan en el cielo soleado, son rostros de personas que se llevaron, torturaron y desaparecieron, en medio de las luchas sociales de hace treinta años.